lunes, 10 de diciembre de 2018

Aprender a Evolucionar


APRENDER A EVOLUCIONAR, TUTORIAL BÁSICO


Vivimos en un bucle. Nos pasamos la vida persiguiendo una felicidad que cuando la alcanzamos siempre  termina; por otra parte el sufrimiento del que tratamos de escapar nos acaba alcanzando. Así, una y otra vez, día tras día. Vida tras vida. Cuando se desarrolla la inteligencia espiritual se descubre que la vida puede ser algo más. Encontramos más satisfacción y plenitud cuando evolucionamos como personas.
Hay muchos indicadores de lo que es madurar, uno de los más significativos son los valores que manejamos. Conforme evolucionamos, más cualidades, fortalezas y aptitudes positivas tenemos. Quienes las poseen son los indiscutibles representantes de la vanguardia del progreso de la humanidad. Poseer virtudes y cualidades nos sitúa en la cúspide de la evolución.
Es muy frecuente vivir estancados. Aunque lo natural en la vida sería ser cada vez más evolucionados y conscientes, a menudo nuestro crecimiento se detiene y nos perdemos en las innumerables demandas de la vida cotidiana. De niños experimentamos constantes cambios y aprendizajes, en la adolescencia seguimos creciendo, aunque a menudo menos que antes, y cuando llegamos a adultos nos solemos estancar.
Dejar de evolucionar es un problema, porque carecer de cualidades y valores nos limita a la hora de enfrentarnos a las dificultades de la vida. Además, sólo con ciertas aptitudes y fortalezas podemos superar muchos de los inescapables problemas que se nos presentan. Esto es, evolucionar como personas nos protege y previene de numerosas situaciones difíciles; pero, además, hay problemas que sólo pueden superarse en estados más avanzados. Es notable que muchas personas que se acercan a los psicólogos buscando soluciones a sus conflictos, en numerosos casos lo único que necesitan es madurar.
Desde esta perspectiva es esencial entender que no cultivamos unos valores y cualidades por hacer lo correcto, ni para cumplir con las expectativas de los demás. Tampoco para ser reconocidos y admirados ni para estar por encima de nadie. Especialmente, no se trata de compensar nuestros defectos, errores y sentimientos de culpa. Cultivamos unas cualidades y evolucionamos para:
Estar más protegidos ante lo que nos pueda sobrevenir.
Tener más recursos para afrontar las frustraciones, incertidumbres y agresiones.
Saber reaccionar mejor al dolor de la vida.
Vivir con más salud y bienestar.
Alcanzar una calidad de vida que de otro modo no conseguiríamos.
Y porque somos conscientes de que algunas situaciones sólo podremos resolverlas si hemos llegado a un cierto nivel de evolución.
Ahora bien, el principal motivo es que tenemos esa capacidad, la vida tiene más sentido, y es más satisfactoria y completa.
CUALIDADES Y DIFICULTADES
Es vital saber manejar las dificultades que se presentan. Cada persona, según sus experiencias vitales y aprendizajes, tiene su estilo. Sin embargo, es frecuente pasar por alto que uno de los métodos más efectivos es cultivar un estado emocional positivo. Hacerlo nos va a dar más capacidad y lucidez para abordar la situación. Pero sobretodo, avanzar y evolucionar es parte de la solución en la mayoría de los casos.
La experiencia vital nos muestra los beneficios de desear seguir creciendo y aprendiendo como personas, especialmente en los momentos difíciles. La actitud positiva y la predisposición a evolucionar es una de los talentos más valiosos que podemos poseer. Sin cualidades, virtudes y fortalezas es como pretender atravesar un desierto sin llevar agua.
No obstante, la cuestión es completamente distinta. Desde la sabiduría, las dificultades de la vida son accidentales, pues la prioridad es crecer y avanzar. Los problemas son ocasiones para empujarnos a dar un paso más en el camino a revelar nuestra mejor expresión. Así pues, ante cualquier situación queremos adoptar una actitud más consciente.
¿Qué oportunidad proporciona esto? ¿Cultivar compasión, humildad, coraje? ¿Ofrece la posibilidad de cultivar sentido del humor, paciencia, contentamiento? ¿Ayuda a ser justo, tolerante, imparcial? ¿Sirve para ser generoso, aceptar la situación, asumir responsabilidades? ¿Conduce a desarrollar gratitud, respeto, asertividad? ¿Cuidado, prudencia, generosidad? ¿Regocijo, confianza, imparcialidad? ¿Amor, desapego, valentía? etc., etc.
Ahora bien, hay que tener cuidado con el motivo que nos impulsa en esta dirección. No se trata de ser mejor que nadie ni de sentirse inferior por una carencia de cualidades. Pensar así, nos impediría avanzar. La evolución es una opción que viene de comprender lo valiosa que es la vida y la importancia de aprovecharla. No es una medida de nuestra valía. Lo que mide nuestro valor es lo que somos, nuestro ser, la esencia que nos conforma; algo que ya está aquí y no precisa mejorarse.
Cultivar cualidades y virtudes es la expresión de quienes están más evolucionados y comprenden con claridad lo que aporta significado y valor. Nosotros desde nuestra mirada reducida apenas entendemos la importancia de despertar y cultivar la mente. Sin embargo, podemos aprender de ellos, escuchar su visión y descubrir una perspectiva diferente. En la tradición budista, por ejemplo, en Aksayamati Nirdesa Sutra se dice:

“La generosidad no es mi compañera, más bien soy yo quien acompaña a la generosidad,
la ética, la paciencia, el entusiasmo, la concentración y la sabiduría no son mis compañeras; 
más bien soy yo quien acompaña a
 la ética, la paciencia, el entusiasmo, la concentración y la sabiduría;
Las perfecciones no están a mi servicio, soy yo quien está al servicio de las perfecciones”.

Empezamos cultivando cualidades por fe. Confiando en las palabras de quienes viven más despiertos. Luego, continuamos el proceso al constatar la importancia de cultivarlas. El camino nos lleva a desear emplear la vida en hacer que todas las cualidades posibles se hagan presentes y visibles en el mundo.
UN MODO DE HACERLO
Desarrollar una cualidad es como cultivar una planta. Se siembra la semilla en buena tierra, se riega, se cuida que tenga luz, se echa abono, se protege del clima y las plagas, y se espera a que florezca. Así pues, empezamos dejando una huella de la cualidad en nuestra mente. Luego, nos habituarnos a responder con ella, trabajamos para contrarrestar los obstáculos internos y externos que nos impiden desarrollarla, y lo hacemos una y otra vez hasta que se consolida en nuestro ser.
  1. Escoger la cualidad
Lo primero es seleccionar una cualidad que nos inspire.  (Una lista de cualidades) Es preciso que tengamos una relación positiva con ella. Como hemos visto, no funcionará si nos sentimos inadecuados o culpables, o si nos juzgamos por no tenerla; tampoco, si nos sentimos inferiores a quienes la poseen o si les tenemos envidia.  De modo que a veces, hay que hacer un trabajo previo hasta llegar al motivo acertado.
Conviene, además, hacer una reflexión amplia en torno a las consecuencias positivas de la cualidad. ¿Para qué sirve? ¿Qué papel tiene en la propia vida? ¿Cuál es su lugar en el proceso vital? ¿Qué relevancia tiene en el camino espiritual? ¿Hacia dónde conduce tenerla?
Necesitamos entender bien la cualidad. Estudiarla y conocer su significado y sentido. Es muy útil encontrar historias y ejemplos de personas que poseen esa cualidad (novelas, películas, series de TV, pueden ser una buena fuente de inspiración). También tenemos que tener cuidado con las supersticiones y las opiniones de la gente; y si es posible ver lo que las investigaciones serias y las ciencias sociales tienen que decir.
  1. Plan de trabajo
Siendo honestos, es preciso comprender que cambiar la mente requiere un esfuerzo sostenido durante bastante tiempo. Necesitamos organizar nuestra vida y nuestra forma de pensar para promover el nuevo estado mental. La fuerza de voluntad no basta. También es preciso tener confianza en uno mismo, recordar a menudo los beneficios de poseer la cualidad, contar con la aparición de posibles resistencias internas, y saber esperar para obtener resultados.
En particular, necesitamos creer en que tenemos la habilidad de cambiar y la capacidad de hacerlo. La enseñanza budista sobre lo preciosa que es la vida humana y el potencial que tiene es muy útil en este contexto. Si no apreciamos nuestro potencial no podremos llegar muy lejos. Además, es vital ser optimistas y tener una actitud positiva. Debemos recordar la naturaleza de nuestra mente y saber que se compone de lucidez y claridad, por lo que la transformación siempre es posible.
Pero también existen muchos obstáculos. Algo en nosotros siempre se resiste al cambio, adquirir nuevas cualidades nos lleva a sentirnos inseguros y torpes. Nuestro deseo de obtener la cualidad se ve boicoteado continuamente por otros hábitos,  tendencias, y emociones destructivas. Debemos ser conscientes de esto y estar dispuestos a confrontarlo. A menudo, nuestros conflictos internos y dudas son el principal obstáculo.
En resumen, debemos de ser conscientes de que la meta deseada necesita que le dediquemos tiempo y trabajo hasta que forme parte de nuestro continuo mental. Es algo que requiere una entrega y debemos estar dispuestos ello.
  1. Método
A-Imaginación.
Una forma de trabajar es imaginarnos lo que supone vivir con la cualidad. Así pues, buscamos experimentarla de un modo imaginario, como si ya la tuviéramos. La sentimos en la mente y el cuerpo. Mediante la imaginación y la reflexión evocamos la cualidad. Nos visualizamos como si ya estuviera sucediendo el futuro deseado con la cualidad. Vemos cómo se experimenta tenerla. Sentimos los efectos que produce en el cuerpo, descubrimos las emociones que acompañan a la cualidad y nos hacemos conscientes de los pensamientos asociados a ella. Lo ideal es abarcar todos los aspectos de nuestro ser, el cuerpo, las emociones, los pensamientos,  y sentir la experiencia en todos los niveles.
B-Contemplación.
Luego se trata de sostener el mayor tiempo posible el estado, con la intención de que deje una impronta en nuestro interior. Enfocamos la atención en la vivencia de poseer la cualidad, con la mayor claridad posible. Cuando empezamos a distraernos podemos recurrir a una imagen concreta. A muchas personas les ayuda imaginar algún símbolo, algo que represente a la cualidad que estamos encarnando. Se dice que es una manera de hablarle al inconsciente y la forma de acceder a ella más fácilmente. También, sirve hacer un gesto con las manos o una postura.
Este ejercicio requiere repetirlo una y otra vez, durante varias semanas. Al mismo tiempo que recopilamos más información sobre la cualidad y buscamos el apoyo de los demás, cada día meditamos de esta manera. Invocamos nuestro futuro habiendo desarrollado la cualidad y lo hacemos presente unos minutos.
Es de gran ayuda en este proceso, darle una dimensión social y contar con el apoyo de otras personas. Queremos estar abiertos a recibir ayuda. En este sentido hacemos saber a alguna persona de confianza lo que estamos haciendo. Le comunicamos nuestra intención de cultivar la virtud. Hacemos que los demás se impliquen y nos ayuden a conseguir nuestro objetivo. Cuando saben nuestras intenciones podemos contar con ellos en cualquier momento para pedirles su perspectiva y nos den su opinión.
C-Acción.
Cada vez que hacemos la visualización, tomamos la decisión de hacer algo concreto. Es decir, planificamos en las próximas horas actuar una vez como alguien que ya tiene la cualidad. Realizando comportamientos en consecuencia, empezamos a transformar la mente de una  manera real.  Si sólo trabajamos la mente, los cambios nunca se materializan, de modo que tenemos también que actuar.
El cambio requiere que nos enfrentemos al mundo real y pongamos en práctica vivir con esa cualidad. Es importante hacerlo cada vez que meditemos, integrar las dos cosas, meditación y reflexión por un lado, y acción por el otro. Además, al hacerlo podemos descubrir cosas que no teníamos en cuenta. No sólo se trata de cambiar el comportamiento, también es preciso cambiar nuestra estructura mental. Aprendemos, actuando.
D- Conciencia.
Por último, mientras trabajamos la cualidad, buscamos una nueva forma de enfocar las cosas. Nos preguntamos con frecuencia. ¿Qué es lo que … (cualidad)…haría en esta situación?  Por ejemplo, ¿qué haría el amor en esta situación? ¿Qué haría la paciencia en esta situación? ¿Qué haría la sabiduría del sentido del humor? Etc. Haciendo esto nos esforzamos por salir de nosotros mismos y nos situamos en una perspectiva más evolucionada y despierta. Hacer esto una y otra vez es lo que nos hace crecer.
CONCLUSIÓN
Hay numerosas evidencias a lo largo de diversas culturas de que las personas más avanzadas son a su vez las más amorosas, solidarias, conscientes y verdaderamente espirituales.  Y lo que es más importante, sólo evolucionando podemos llegar a sentir satisfacción y plenitud en la vida.  Pero más aún, es una cuestión planetaria, el universo necesita que evolucionemos. Una buena  medida de cuánto lo hacemos son nuestros valores, fortalezas y virtudes.
Despierta, reflexiona, observa.
Trabaja con atención y cuidado.
Vive en el sendero y
la luz crecerá en ti. (Buda)

 

Afrontar Adicciones

Tenemos que descubrir por qué es tan importante aprovechar la vida y, luego, ser consecuentes con esa sabiduría.
Lama Thubten Zopa Rinpoché.

Para las personas más despiertas y lúcidas la vida es una oportunidad inconcebible. Aunque la mayoría nos pasamos el tiempo huyendo de los problemas; es muy interesante comprobar que cuando llegamos a los estados más evolucionados empezamos a apreciar los conflictos y dificultades de la vida con inmensa gratitud. De hecho, los problemas dejan de ser percibidos como tales y son considerados como elementos que enriquecen la vida y abren el camino a nuevas posibilidades. Se abre una sorprendente fe en los inconvenientes y problemas. En estos estados más sabios, las personas buscan la sanación interna en los conflictos que se presentan.

Para la mayoría esto no es así. Nosotros escapamos de los problemas y del sufrimiento, y de hecho, cada uno tenemos nuestra forma peculiar de responder a los apuros. Poseemos un repertorio de respuestas que se activa automáticamente cuando se presentan problemas. Vivimos en constante alerta y estamos a la defensiva; además, nuestras reacciones son habitualmente las mismas.

La cuestión es que vivir no es nada fácil. A menudo nos sentimos inadecuados e incapaces, y la vida se presenta como una gigantesca maraña de situaciones complicadas que resolver y manejar. Sin pretenderlo ni desearlo nos topamos continuamente con situaciones incómodas. Vivir resulta ser experimentar continuamente inseguridades, fracasos, críticas, exigencias, culpas, incomodidades, limitaciones, frustraciones, etc., etc. Ante esto, respondemos como podemos, y cada uno tenemos nuestro estilo. Hay quienes se acobardan y se hunden en estados de impotencia y desesperación, hay quienes se agarran a otros como salvavidas, hay quienes se convencen de que pueden con todo, etc.

 Una adicción es una de esas maneras automáticas y reactivas de gestionar el dolor de la vida.  Nadie elige ser un adicto, más bien tratamos de escapar del sufrimiento y acabamos capturados por una adicción. Es decir, empezamos buscando una salida y acabamos atados a algo que nos limita y nos lleva a un sufrimiento mucho mayor del que tratábamos de evitar.

Es preciso hacer una advertencia y evitar caer presos de nuestros prejuicios, valoraciones e interpretaciones. Con prestar atención, apreciamos que no elegimos nuestro cuerpo ni nuestra personalidad, no elegimos que nos gusten ciertas cosas o nos desagraden otras, tampoco elegimos nuestras capacidades ni limitaciones, etc.

Todo lo que somos, nuestro cuerpo y mente, se deriva de la confluencia de numerosas causas y condiciones a las que hemos estado expuestos. Por consiguiente, tampoco elegimos nuestra forma de responder a los problemas ni nuestras capacidades o limitaciones a la hora de afrontarlos. En este sentido, hemos de asumir que una adicción no es una elección libre ni un problema de inmoralidad o algo por el estilo, sino un condicionamiento en el que hemos quedado atrapados. Entenderlo así es esencial a la hora de liberarse de ella. Debemos saber que nos condicionan nuestros miedos, necesidades, creencias y demás, y sobre todo la imagen que tenemos de nosotros mismos. Reconocer esto es el primer paso para dejar atrás la adicción.

Hay muchos tipos de adicciones y, como estamos viendo, todas ellas son intentos torpes e ineficaces de afrontar algún profundo dolor. (Las más comunes: adicción al alcohol, a la nicotina, a sustancias, al juego, a la comida, a los videojuegos, a internet, al sexo, a las compras y al trabajo). No es preciso mencionar que el efecto de la dependencia es experimentar mucho más infelicidad que aquella de la cual deseamos escapar; sin embargo, el adicto no puede hacer otra cosa. Por un lado, no es consciente de lo que está haciendo, y por otro no conoce ninguna otra forma de responder al sufrimiento.

Desde la perspectiva espiritual el problema de tener una adicción es la inmensa energía que nos demanda, y que nos impide despertar y evolucionar.
Es decir, se considera que la vida es un privilegio por las posibilidades de liberación y sabiduría que permite. Aunque, podamos cruzarnos con muchos problemas, siempre tenemos la capacidad de trascenderlos y evolucionar más allá de ellos.
 En palabras de uno de mis maestros, el lama Thubten Yeshe: “Nunca pongas límites a lo que puedas llegar a conseguir, no importa cómo haya sido tu vida hasta ahora”.Así, una adicción nos deja atrapados en un bucle de necesidad y dependencia que absorbe toda nuestra vitalidad, lucidez y potencial.

Cuando tenemos una adicción, nos atamos a eso a lo que somos adictos. Perdemos toda libertad de elección y nuestras decisiones y comportamiento están supeditados a la dependencia. No podemos hacer nada sin pensar en la adicción, perdemos la claridad mental y la autonomía.
Es curioso ver cómo la adicción nos hace ver las cosas de otra manera. Es decir, al contrario de lo que realmente sucede, muchas veces los adictos justifican su comportamiento con el pensamiento de que la libertad es seguir haciendo lo mismo. Por ejemplo, quienes tienen adicción a la nicotina se dicen que no quieren privarse del placer de fumar, quienes son adictos a comer se cuentan que no hay motivos para renunciar al disfrute de la comida. Lo que no quieren y no pueden ver es que no pueden elegir, que no pueden decir no a la nicotina o la comida. El adicto no es libre, está atado y ha perdido toda la libertad. Pierde horas y horas en obtener eso de lo que depende, y paradójicamente no le ofrece ninguna satisfacción.

Para liberarnos de una adicción es preciso llegar a apreciar claramente la dependencia como algo asfixiante. Es necesario dejar de engañarse y ser muy honesto con uno mismo. Este quizás es uno de los puntos más importantes y al mismo tiempo más difíciles. Las personas adictas tienen una habilidad muy especial de engañarse y de creerse las falsedades que se cuentan. Viven en su propia mentira y en una huida hacia adelante sin futuro. La curación empieza reconociendo que uno está enfermo. El adicto necesita darse cuenta de que no sólo nunca consigue dejar atrás el sufrimiento sino que constantemente está generando más. La conciencia del sufrimiento es lo que nos da la fuerza para aplicar remedios eficaces que nos liberen.

Sanar una adicción es un asunto complejo que requiere un abordaje desde varias perspectivas. La meditación nos aporta sanación al cultivar el poder de ser conscientes. Es decir, meditar puede ser muy efectivo como uno de los instrumentos para superar la adicción. No obstante, también hay que entenderla como complemento a otras herramientas, como el apoyo social, la vida saludable, el trabajo terapéutico emocional, etc.

Una forma práctica de emplear la meditación para superar una adicción es cultivar tres cualidades: compasión, atención y sabiduría.

La compasión consiste primero en apreciar que numerosas personas en el mundo están experimentando la misma situación angustiosa, la misma adicción, y reconocer el dolor del mundo. Es sentirse vinculado a los demás en este dolor de la adicción. Pero además, en segundo lugar, significa evocar un profundo anhelo de que todos los seres se liberen del sufrimiento de la adicción. Cuando nos damos el tiempo necesario para que despierte la compasión, este anhelo acaba convirtiéndose en la intención de contribuir a ello, el arrojo para emprender el camino para ayudar a los demás a superar su adicción. Esta compasión sana internamente los mecanismos más sutiles e inconscientes que mantienen la adicción.

Mediante la atención nos enfocamos en la experiencia interna de dolor y tratamos de evitar la reacción. Es decir, si entendemos la adicción como una forma de resolver un dolor profundo en nuestro interior, mediante la atención nos enfocamos en este dolor y tratamos de observarlo con la mayor claridad posible, de un modo directo, inmediato y sin conceptos. Esto no es nada fácil, pero el trabajo previo con la compasión es inmensamente valioso para hacerlo.

Es sumamente difícil reconocer el dolor profundo, generalmente antes de llegar a verlo ya nos hemos escapado. Sólo una práctica constante y una gran fe en el proceso nos pueden ayudar. Si entendemos claramente la adicción como una respuesta reactiva, sabremos que sólo podemos liberarnos si detenemos la reacción. La atención no libera del dolor, nos libera de la reacción adictiva. El dolor sigue estando y aceptamos vivirlo con ecuanimidad, contentamiento, humildad y apertura. Esta es la atención que sana y la meditación es la tarea ideal para alcanzarla.

Por último, la tercera cualidad es la sabiduría. Meditar en sabiduría tiene diferentes significados y puede referirse a cosas distintas. Aquí hablamos de un cambio de enfoque. Mediante la meditación tratamos de desvelar la fuente de la experiencia de dolor. Activamos la suficiente lucidez para apreciar la esencia de las experiencias, de las sensaciones físicas y mentales; tratamos de apreciar el origen, la fuente y el fundamento de todo lo relacionado con la experiencia de dolor.

Al mismo tiempo, la indagación nos lleva a cuestionar que haya alguien que sufra e incluso que el sufrimiento (que tanto tememos) sea tan real como lo vivimos. La sabiduría emerge cuando dejamos de entender el dolor como algo personal. El dolor se desvela como pura luminosidad, impersonal e interdependiente, sin ninguna entidad por sí mismo. Encontramos algo más real que el sufrimiento de modo que éste cambia de significado, el dolor pierde su peso e importancia.

La adicción se resuelve al descubrir que en realidad cuando lo miramos bien, no hay motivos para escapar de nada ni nada que lograr. Se aprecia que este momento, tal cual es, es la expresión de nuestra esencia más real. Ahora bien, es frecuente perder la sabiduría que evocamos en meditación. De modo que debemos ser conscientes de ello y estar dispuestos a mantener un trabajo continuado y constante. Una apertura no es suficiente, debemos seguir hasta que se instale una nueva visión.

En resumen, hay herramientas para superar cualquier adicción. Es preciso creer en lo valiosa que puede llegar a ser la vida y reconocer la adicción como algo que nos aprisiona y secuestra, además de despojarnos de mucho tiempo y energía vital. Como a menudo se menciona: ser feliz es una responsabilidad.

ADENDA
  • Cuando se tiene una adicción uno piensa que es débil, defectuoso. Hay quienes van por la vida como pidiendo perdón a los demás. Es preciso tener cuidado con esto. Todo lo que sucede son consecuencias de múltiples causas y condiciones. Es muy frecuente encontrar que las personas adictas son personas muy sensibles que han vivido ambientes verdaderamente difíciles y complicados. Debemos recordar que la adicción no nos define ni dice nada de nuestro potencial, ni de lo que verdaderamente somos.
  • A  menudo, la adicción comienza como una estrategia de supervivencia. Como una forma de sobrevivir a una situación demasiado grande, demasiado confusa y paralizante. Suele ser un dolor muy antiguo, de la infancia.
  • No todas las adicciones son iguales. Cada una tienes sus particularidades, sus significados. Cada una su forma de abordarla. No es lo mismo, una adicción relacionada con una necesidad como comer, que otra como fumar.
  • Es más fácil pensar "soy un adicto" que pensar "me quiero morir". El pensamiento de querer desaparecer, cuando se siente real resulta demasiado angustioso. Así, muchas veces las personas prefieren decirse a sí mismas que son adictas.
  • Al mismo tiempo, la adicción puede llevar a arriesgar la vida, una y otra vez.
  • Cuando se cae en una adicción, se entra en un bucle, el abuso y el intento de control. Los comportamientos adictivos atrapan. Cuando surgen estados emocionales terribles se traducen a algo que pueda manejarse, comer, jugar, beber... Uno se convence de que esto puede manejarse.  El horror de la angustia emocional se traduce en la creencia que podemos manejar la adicción. Entramos en un juego pendular, caemos en la adicción y la intentamos controlar, un movimiento que nunca termina.
  • Nadie elige ser un adicto. Pero sí se elige dejar de serlo. Viene de ver que mientras se está atrapado en la adicción uno se está muriendo, dejarlo es elegir la vida.
  • Sólo se sale si uno mismo lo elige. Es preciso quererse mucho. Saber que habrá recaídas y entender que forman parte del proceso de curación. Se ha creado un impulso de auto-agresión, y es preciso reemplazarlo por cuidarse, hablarse bien, confiar, quererse. Es frecuente sentir a menudo que uno no merece y que tiene que protegerse.
  • El cuerpo tarda en comprender más que la mente. Aun saliendo de la adicción, todavía cuesta vivir lo bueno. El cuerpo ha podido estar muy anestesiado, y es preciso darle tiempo. Uno se ha quedado tocado, y todavía queda reconstruir la vida.
  • La adicción no se va nunca. Hay que vigilarla siempre. Aunque uno la supere.
  • Es bueno encontrar actividades que ayudan, realizarlas, evitar quedarse quieto. A menudo, una visión más elevada de la vida ayuda. Puede ser encontrar a Dios, o desarrollar la inteligencia espiritual, Es mejor enfocar la vida en algo más grande que uno mismo, como evolucionar y despertar.

lunes, 2 de abril de 2018

Una enseñanza definitiva


Es muy fácil perderse en el mundo de la mente. A veces, incluso, si no sabemos meditar podemos acabar reforzando nuestro mundo mental en lugar de conocernos y liberarnos de la infelicidad. Tenemos que saber cómo trabajar con la mente, qué nos atrapa y cómo ser dueños de nuestros estados.
Entre las numerosas joyas del budismo hay una enseñanza muy bella. Es muy especial porque la persona que la recibe, con sólo escuchar a Buda, en ese mismo instante alcanza el Despertar espiritual. No tuvo que hacer años de meditación ni someterse a numerosas etapas de disciplina y control. Sólo al abrirse las palabras del Maestro, las entendió inmediatamente. La enseñanza se llama el Sutra de Bahiya.
Bahiya quería liberarse del sufrimiento y se entera de que Buda enseña el camino de la liberación. Entonces deja su casa y va a verle a la ciudad de Sāvatthī . Cuando llega al lugar donde le habían dicho que residía Buda, el monasterio de Anathapindika, los monjes le explican que el Señor se ha ido a pedir comida a la ciudad.
Así, Bahiya entra en la ciudad para encontrar al Maestro. En cuanto le ve, se acerca y le pide una enseñanza para liberarse del sufrimiento. Sin embargo, Buda le dice que ha llegado en mal momento porque están pidiendo comida por las casas. Bahiya insiste y Buda vuelve a negarle la enseñanza. Pero Bahiya no se rinde y a la tercera petición, finalmente Buda accede y le transmite la enseñanza que con solo oírla le lleva a trascender el sufrimiento y el final de de todos los renacimientos. Así pues, esto es lo que Buda le dice:
“En lo que se ve, solo hay lo que se ve,
En lo que se oye, solo hay lo que se oye,
En lo que se siente, solo hay lo que se siente,
En lo que se concibe solo hay lo que se concibe .
Por tanto, deberías ver que;
En verdad no hay ninguna cosa aquí.
Así es, Bahiya, cómo deberías adiestrarte.
Puesto que, Bahiya, para ti hay,
En lo que se ve, solo lo que se ve,
En lo que se oye, sólo lo que se oye,
En lo que se siente solo lo que se siente,
En lo que se concibe, solo lo que se concibe,
Y ves que no hay ninguna cosa aquí,
Por consiguiente, verás que
En verdad no hay ninguna cosa allí,
Al ver que no hay ninguna cosa allí
Verás que,
Por consiguiente, no estas ubicado ni en el mundo de esto,
Ni en el mundo de eso,
Ni en ningún lugar
entre ambos.
Solo esto es el final del sufrimiento”.
Esto es lo que el Maestro le transmitió a Bahiya y en estas palabras está contenido todo lo que necesitamos saber para trascender nuestras frustraciones, insatisfacciones, inseguridades y conflictos vitales. Esta es la enseñanza que liberó a aquel hombre y es una de las llaves para nuestra propia liberación. Así pues, todo lo que necesitamos es sentarnos a contemplar las palabras, y tratar de captar lo que de verdad significan.
Conforme realizamos la indagación se van desvelando distintas capas, distintos significados cada vez más sutiles y profundo.
Una primera lectura nos hace reconocer que siempre estamos contaminando nuestra experiencia con la mente, y si fuéramos capaces de quedarnos tan solo con lo que sucede tendríamos más paz. Dicho de otro modo, nuestros conflictos y problemas están determinados por nuestra forma de entender las cosas, las interpretaciones que hacemos, las expectativas, las creencias de cómo debe ser todo, las valoraciones subjetivas, etc.
No vivimos, la afirmación De Buda: “en lo que se ve sólo hay lo que se ve”, sino que en lo que vemos se mezclan además todo tipo de proyecciones, significados y procesos mentales distorsionando lo que hay. Si fuéramos capaces de apartar nuestra mente y ceñirnos a lo que sucede, a lo sentimos, a lo que vemos, a lo que oímos, etc., viviríamos con muchísima más serenidad. Esto es muy importante, cada uno tenemos que hacer una reflexión personal y cuestionarnos hasta qué punto estamos permitiendo que nuestros estados mentales deformen la realidad. [blockquote] Una de las preguntas que siempre conviene hacernos, ante cualquier dificultad en la vida, es: ¿Lo que veo es la verdad o es lo que mi estado mental me dice? [/blockquote]
Pero este es sólo el significado más básico de las palabras de Buda. Si seguimos con la contemplación, empezamos a reconocer el sentido de las palabras “no estas ubicado ni en el mundo de esto ni en el mundo de eso, ni en ningún lugar entre ambos”. Es poner en tela de juicio el sentirse alguien: Yo soy, Yo existo, yo tengo, yo hago, yo percibo, yo vivo. Pero, esto no es una cuestión intelectual ni viene como consecuencia de un profundo análisis filosófico. Viene de poner conciencia en la experiencia, en el momento presente.
Cuando experimentamos las cosas, cuando vemos, oímos, sentimos y concebimos cosas, tenemos una imagen de nosotros mismos. Una idea muy firme y arraigada que se vive muy real. Nos sucede constantemente y no parece haber motivos para cuestionarla. Sin embargo, cuando nos detenemos aquí y nos enfocamos en esa sensación de ser empieza a verse menos real.
Es especial, si investigamos si esta sensación de yo está viendo o sintiendo algo, no se ve tan claro. Más bien, lo que se ve es la experiencia de ver o la experiencia de oír y la experiencia de sentirse alguien. Se perciben experiencias diferentes sin ninguna relación. Si persistimos en la contemplación, dejando a un lado argumentos, descubrimos que hay experiencias de ver, oír, sentir, y concebir, que incluso está la experiencia de yo, pero no hay nadie que ve, oye, siente o concibe. Captar esto, es un nivel más profundo y definitivo de liberación del sufrimiento.
Ahora, si en nuestra contemplación seguimos desgranando las palabras de Buda a Bahiya, todavía podemos encontrar significados más sutiles. Uno de ellos, desconcertante y profundamente revelador es descubrir que más allá de estas experiencias de ver, oír, sentir, pensar y demás, no hay nada que exista por sí mismo; no hay objetos aislados e independientes, ni cosas ni fenómenos que tengan una realidad separada. Sólo hay este sentir, no hay nada aquí ni allí. Las cosas, los fenómenos se originan dependiendo unos de otros. Los objetos, las personas, los fenómenos que conocemos sólo son el percibir y más allá de esto no se encuentra ninguna realidad objetiva.
La verdadera sabiduría empieza cuando no encontramos nada ahí, separado de la experiencia o del conocimiento de ello. El objeto es una experiencia y no hay nada más que la experiencia. No hay un objeto ahí y luego, ese objeto se ve o se toca, o se piensa. Solo hay una experiencia que surge aquí.
Hay experimentar, pero no hay objetos ni nadie que experimenta. La sensación de un mundo externo y alguien que lo percibe, viene de ciertas ideas que se producen en la mente. Ideas que parece que apuntan a algo objetivamente real y que nunca son cuestionadas. Parece que las ideas se refieren a cosas que existen independientes de ellas. Como si las cosas pudiesen existir sin necesidad de pensamientos y conceptos.
El asunto es que no hay motivo para cuestionarlo, pues nos sirve para funcionar en la vida, para obtener lo que necesitamos, para sentirnos seguros, para relacionarnos, etc., esencialmente para sobrevivir.
Ahora bien, tras la indagación lúcida y directa de lo que hay aquí, se desvela que nada existe sin la mente como condición; las cosas, las personas, el yo, son fenómenos que requieren de conceptos y procesos mentales para existir. Por consiguiente, nada existe por sí mismo. Todo está vacío de existencia propia. Aprehender esto es liberación.
Pero es preciso tener cuidado, sin la investigación correcta podemos llegar a la conclusión errónea de que no existe nada. Por el contrario, la sabiduría no dice que no hay nada.  Cuando llegamos a la sabiduría encontramos que las cosas, los fenómenos, el mundo, las personas, el yo, ni existen ni dejan de existir. Sólo son convenciones para manejarnos en la vida. La realidad final es inefable, inconcebible, inaprensible y sutil. Y, sin embargo, no hay nada más cerca ni más íntimo en este instante.
Evidentemente aprehender todo esto requiere una gran lucidez y claridad. Necesitamos parar y contemplar de un modo directo e inmediato lo que hay aquí. Es esencial dejar de buscar todo tipo de experiencias, dejar de seguir llevándonos de conceptos e ideas, y ponernos a mirar con honestidad el momento presente, lo que vemos, sentimos, pensamos y demás. Solo así encontraremos el camino a la sabiduría que libera de las insatisfacciones e incertidumbres de la vida.

Apuntando Sabiduría

Por una parte, entendemos que experimentamos el mundo y las cosas de un modo subjetivo. Todo lo que vivimos está condicionado por nuestra manera de percibir y entender el mundo. Nuestra percepción está condicionada y deformada por interpretaciones, significados, recuerdos, comparaciones y demás.
Esto nos da el conocimiento de que todo es relativo.
[MEDITACIÓN:
Detente un momento y observa cualquier objeto que tengas a la vista. Investiga hasta qué punto tu experiencia del objeto está condicionada por tus pensamientos y conceptos, por tu estado emocional, expectativas y demás]
Pero esto todavía no es sabiduría, porque aún seguimos creyendo que el mundo y las cosas existen. Sentimos que están ahí, aunque sepamos que las moldeamos según nuestros pensamientos.
La verdadera sabiduría empieza cuando no encontramos nada ahí, separado de la experiencia o del conocimiento de ello.
Los objetos son experiencias, no hay nada más que experiencias. No hay un objeto ahí y luego, eso se ve o se toca, o se piensa en ello. Solo hay una experiencia que surge aquí. Por ejemplo, hay ver, hay tocar, hay pensar, etc.; y decimos que hay ver una taza, tocar una taza  y pensar en una taza, etc. Pero eso no implica que haya una taza que se  vea, se toque o en la que se pueda pensar.
En el lenguaje convencional que usamos para entendernos, “ver una taza” significa que hay una taza ahí que puede verse. Pero cuando hay una lucidez, más allá de la experiencia visual no hay ninguna taza. Más allá de la experiencia táctil, no hay ningún objeto.
Además, la experiencia visual es la conciencia visual, la lucidez de lo visual. Esta conciencia es lo que sucede.
Así, puesto que tampoco hay nadie que ve el objeto, aquí sólo hay la experiencia, la lucidez.
[MEDITACIÓN:
Observa cualquier objeto a la vista, o toca cualquier cosa que tengas a mano. Al silenciar la mente y quedarse sin pensamientos, ¿cómo se experimenta el objeto? ¿Cuál es la experiencia directa cuando no hay conceptos?]
[MEDITACIÓN:
Observa el objeto. Al dejar los pensamientos aparte, ¿alguien  experimenta el objeto?¿Hay sujeto y objeto?¿hay alguien que ve, toca, oye, etc.?
Por otro lado, si decimos que no hay taza, esta creencia de que no existe el objeto, es de nuevo una proyección mental; proviene de la tendencia a pensar de un modo dicotómico (es decir, sólo hay dos posibilidades que la taza exista o que no exista). La creencia implica una certeza y algo a lo que aferrarse. La creencia nos aleja de nuevo de lo que hay aquí.
Aquí sólo hay la experiencia, el experimentar, el saber. El pensamiento de que no hay taza, aparece como una realidad objetiva que existe de verdad. Esto es volver a la ignorancia, a una pérdida de sabiduría. Previamente la proyección era que los objetos existen por sí mismos, y ahora que los objetos no existen. Es la misma ignorancia.
Si el objetivo es desactivar el aferramiento, acabamos creando una nueva cosa a la que aferrarnos, esta vez es la vacuidad o la inexistencia del objeto. (Como es fácil deducir, las consecuencias pueden llegar a ser nefastas: nihilismo, pérdida de sentido, desesperanza, apatía, desilusión, decepción, etc.)
De modo, que no se trata de encontrar una nueva creencia ni de tener otra forma de pensar. La cuestión es apreciar lo que hay aquí, y la mente no sirve para saberlo.
[MEDITACIÓN:
Reconoce la experiencia, mira si estás cayendo en idea de que no hay nada. ¿puedes mantenerte en la perspectiva de que el objeto ni existe ni deja de existir?]
Recapitulando. Hay experimentar, pero no hay objetos ni nadie que experimenta. La sensación de un mundo externo y alguien que lo percibe, viene de ciertas ideas que se producen en la mente. Ideas que parece que apuntan a algo objetivamente real y que nunca son cuestionadas. Nos parece que nuestros pensamientos e imágenes se refieren a cosas que existen independientes de ellos. Como si las cosas  existieran sin necesidad de pensamientos y conceptos.
Pensar así nos sirve para manejarnos en la vida, por esto no lo cuestionamos. Creer que el mundo y las personas existen sirve para obtener lo que necesitamos y relacionarnos. Tiene una función de supervivencia.
Ahora bien, tras la indagación lúcida y directa de lo que hay aquí, se desvela que nada existe sin la mente como condición; las cosas, las personas, el yo, son fenómenos que requieren de conceptos y procesos mentales para existir. Por consiguiente, nada existe por sí mismo. Todo está vacío de existencia propia.
Ahora bien, reconocer que sólo hay experimentar y darse cuenta, puede llevarnos a la conclusión de que sólo hay conciencia. Esto de nuevo, es volver al mundo de la mente. La conciencia como una entidad que existe por sí misma y es la fuente de todo lo que se experimenta es una idea lógica pero no es la verdad. Vuelve a ser una interpretación de lo que hay aquí. Sobre la experiencia directa e inmediata se superpone la idea de que la realidad última es la conciencia.
Aunque resulta muy atractiva la idea de que el trasfondo de todas las experiencias es la conciencia y todo surge de ella, lo cierto es que también es una proyección mental. Dicho de otro modo, no es nuestra experiencia directa e inmediata.
[MEDITACIÓN:
Observa cualquier objeto a la vista, o toca cualquier cosa que tengas a mano. Reconoce la conciencia de la experiencia. Ahora mira con la máxima lucidez que puedas, ¿la conciencia es algo? ¿Es una energía, un espacio? ¿Puedes reconocer que la conciencia sólo es una idea?]
En resumen, las cosas, los fenómenos, el mundo, las personas, el yo, ni existen ni dejan de existir. Sólo son convenciones para manejarnos en la vida. La realidad final es inefable, inconcebible, inaprensible y sutil. Y, sin embargo, no hay nada más cerca ni más íntimo en este instante.
Ver un objeto es percibir colores y formas, percibir colores y formas es darse cuenta de colores y formas. Pero darse cuenta no está aquí y los colores allí -como si hubiera un observador y algo observado- la conciencia es los colores y formas, sin ninguna dualidad ni separación.
Por ejemplo, ver una flor, es percibir colores y formas. No vemos una flor, la conciencia visual sólo percibe colores y formas. A partir de los colores percibidos la mente construye un objeto. Las impresiones mentales, los conceptos aprendidos, se usan para dar un significado a los colores y formas percibidos. La idea de flor aprendida y almacenada en la mente, y las experiencias previas con flores, dan pie a que estos colores y formas se vean como una flor. Pero no vemos una flor, sólo vemos colores y formas, y en la mente la imagen de una flor. La imagen mental, los colores y las formas se fusionan en una experiencia única y creemos que vemos una flor.
 [MEDITACIÓN:
Observa cualquier objeto a la vista, escucha los sonidos o toca cualquier cosa. Sin pensamientos, ¿cómo se experimenta el objeto? ¿Puedes reconocer que la experiencia sólo está compuesta de colores, formas, sonidos, sensaciones táctiles y demás? Sin la mente que los construya, no hay objetos, sólo hay experiencias sensoriales.]
Por consiguiente, con la vista sólo se perciben colores y formas. Ahora bien, percibir no es otra cosa que darse cuenta. En el contexto de la experiencia, percibir, darse cuenta, lucidez, conciencia, etc. vienen a referirse a lo mismo. Así pues, no se percibe una flor sino que hay conciencia (darse cuenta) de colores y formas, o también, conciencia de la imagen mental de la flor. Sin embargo, al contrario de lo que solemos pensar, la conciencia no observa los colores y formas allí, a una cierta distancia de ella. La conciencia, el percibir, es inseparable de los colores y formas. La conciencia es la naturaleza de esos colores y formas. Dicho una vez más, los colores y formas que acabamos “viendo” como una flor son la conciencia misma que los percibe, sin ninguna distancia ni separación.
Ahora bien, esta conciencia no tiene ninguna entidad ni existencia propia. Es una forma de hablar para comunicar algo inexpresable. No solamente no hay flor ni colores, ni formas; tampoco hay conciencia ni percibir, ni darse cuenta. La liberación definitiva del dolor es soltar y rendirse como consecuencia de saber que no hay nada que pueda ser aferrado.
[MEDITACIÓN:
Observa cualquier objeto a la vista, escucha los sonidos o toca cualquier cosa. Sin pensamientos, sólo hay la conciencia de las experiencias. Observa, ¿dónde termina la conciencia y dónde empieza la experiencia?  ¿Hay separación, hay distancia? ¿Son diferentes experiencia y conciencia?]
Adenda
Puede que al leer esto todo te resulte extraño y confuso, o que no estés de acuerdo con nada, o incluso que sientas irritación y enfado. Si es así, mi consejo personal es que tomes cartas en el asunto y te pongas a trabajar en el sendero de la Compasión con verdadero ahínco y determinación. Cultiva ecuanimidad, gratitud, regocijo, perdón, amor y compasión, hasta que sientas que estas prácticas te hayan transformado.
Por el contrario, si al leer esto experimentas que te resuena, le encuentras algún sentido o intuyes la verdad que señala, es imprescindible que sigas investigando, estudiando y meditando sobre ello. Evita convertir la enseñanza en una creencia. El lenguaje es limitado a la hora de transmitir lo inefable de la realidad, y da lugar a muchos malentendidos y conclusiones erróneas. Busca incansablemente maestros que te lo expliquen y haz de ello una práctica para toda la vida.