lunes, 10 de diciembre de 2018

Aprender a Evolucionar


APRENDER A EVOLUCIONAR, TUTORIAL BÁSICO


Vivimos en un bucle. Nos pasamos la vida persiguiendo una felicidad que cuando la alcanzamos siempre  termina; por otra parte el sufrimiento del que tratamos de escapar nos acaba alcanzando. Así, una y otra vez, día tras día. Vida tras vida. Cuando se desarrolla la inteligencia espiritual se descubre que la vida puede ser algo más. Encontramos más satisfacción y plenitud cuando evolucionamos como personas.
Hay muchos indicadores de lo que es madurar, uno de los más significativos son los valores que manejamos. Conforme evolucionamos, más cualidades, fortalezas y aptitudes positivas tenemos. Quienes las poseen son los indiscutibles representantes de la vanguardia del progreso de la humanidad. Poseer virtudes y cualidades nos sitúa en la cúspide de la evolución.
Es muy frecuente vivir estancados. Aunque lo natural en la vida sería ser cada vez más evolucionados y conscientes, a menudo nuestro crecimiento se detiene y nos perdemos en las innumerables demandas de la vida cotidiana. De niños experimentamos constantes cambios y aprendizajes, en la adolescencia seguimos creciendo, aunque a menudo menos que antes, y cuando llegamos a adultos nos solemos estancar.
Dejar de evolucionar es un problema, porque carecer de cualidades y valores nos limita a la hora de enfrentarnos a las dificultades de la vida. Además, sólo con ciertas aptitudes y fortalezas podemos superar muchos de los inescapables problemas que se nos presentan. Esto es, evolucionar como personas nos protege y previene de numerosas situaciones difíciles; pero, además, hay problemas que sólo pueden superarse en estados más avanzados. Es notable que muchas personas que se acercan a los psicólogos buscando soluciones a sus conflictos, en numerosos casos lo único que necesitan es madurar.
Desde esta perspectiva es esencial entender que no cultivamos unos valores y cualidades por hacer lo correcto, ni para cumplir con las expectativas de los demás. Tampoco para ser reconocidos y admirados ni para estar por encima de nadie. Especialmente, no se trata de compensar nuestros defectos, errores y sentimientos de culpa. Cultivamos unas cualidades y evolucionamos para:
Estar más protegidos ante lo que nos pueda sobrevenir.
Tener más recursos para afrontar las frustraciones, incertidumbres y agresiones.
Saber reaccionar mejor al dolor de la vida.
Vivir con más salud y bienestar.
Alcanzar una calidad de vida que de otro modo no conseguiríamos.
Y porque somos conscientes de que algunas situaciones sólo podremos resolverlas si hemos llegado a un cierto nivel de evolución.
Ahora bien, el principal motivo es que tenemos esa capacidad, la vida tiene más sentido, y es más satisfactoria y completa.
CUALIDADES Y DIFICULTADES
Es vital saber manejar las dificultades que se presentan. Cada persona, según sus experiencias vitales y aprendizajes, tiene su estilo. Sin embargo, es frecuente pasar por alto que uno de los métodos más efectivos es cultivar un estado emocional positivo. Hacerlo nos va a dar más capacidad y lucidez para abordar la situación. Pero sobretodo, avanzar y evolucionar es parte de la solución en la mayoría de los casos.
La experiencia vital nos muestra los beneficios de desear seguir creciendo y aprendiendo como personas, especialmente en los momentos difíciles. La actitud positiva y la predisposición a evolucionar es una de los talentos más valiosos que podemos poseer. Sin cualidades, virtudes y fortalezas es como pretender atravesar un desierto sin llevar agua.
No obstante, la cuestión es completamente distinta. Desde la sabiduría, las dificultades de la vida son accidentales, pues la prioridad es crecer y avanzar. Los problemas son ocasiones para empujarnos a dar un paso más en el camino a revelar nuestra mejor expresión. Así pues, ante cualquier situación queremos adoptar una actitud más consciente.
¿Qué oportunidad proporciona esto? ¿Cultivar compasión, humildad, coraje? ¿Ofrece la posibilidad de cultivar sentido del humor, paciencia, contentamiento? ¿Ayuda a ser justo, tolerante, imparcial? ¿Sirve para ser generoso, aceptar la situación, asumir responsabilidades? ¿Conduce a desarrollar gratitud, respeto, asertividad? ¿Cuidado, prudencia, generosidad? ¿Regocijo, confianza, imparcialidad? ¿Amor, desapego, valentía? etc., etc.
Ahora bien, hay que tener cuidado con el motivo que nos impulsa en esta dirección. No se trata de ser mejor que nadie ni de sentirse inferior por una carencia de cualidades. Pensar así, nos impediría avanzar. La evolución es una opción que viene de comprender lo valiosa que es la vida y la importancia de aprovecharla. No es una medida de nuestra valía. Lo que mide nuestro valor es lo que somos, nuestro ser, la esencia que nos conforma; algo que ya está aquí y no precisa mejorarse.
Cultivar cualidades y virtudes es la expresión de quienes están más evolucionados y comprenden con claridad lo que aporta significado y valor. Nosotros desde nuestra mirada reducida apenas entendemos la importancia de despertar y cultivar la mente. Sin embargo, podemos aprender de ellos, escuchar su visión y descubrir una perspectiva diferente. En la tradición budista, por ejemplo, en Aksayamati Nirdesa Sutra se dice:

“La generosidad no es mi compañera, más bien soy yo quien acompaña a la generosidad,
la ética, la paciencia, el entusiasmo, la concentración y la sabiduría no son mis compañeras; 
más bien soy yo quien acompaña a
 la ética, la paciencia, el entusiasmo, la concentración y la sabiduría;
Las perfecciones no están a mi servicio, soy yo quien está al servicio de las perfecciones”.

Empezamos cultivando cualidades por fe. Confiando en las palabras de quienes viven más despiertos. Luego, continuamos el proceso al constatar la importancia de cultivarlas. El camino nos lleva a desear emplear la vida en hacer que todas las cualidades posibles se hagan presentes y visibles en el mundo.
UN MODO DE HACERLO
Desarrollar una cualidad es como cultivar una planta. Se siembra la semilla en buena tierra, se riega, se cuida que tenga luz, se echa abono, se protege del clima y las plagas, y se espera a que florezca. Así pues, empezamos dejando una huella de la cualidad en nuestra mente. Luego, nos habituarnos a responder con ella, trabajamos para contrarrestar los obstáculos internos y externos que nos impiden desarrollarla, y lo hacemos una y otra vez hasta que se consolida en nuestro ser.
  1. Escoger la cualidad
Lo primero es seleccionar una cualidad que nos inspire.  (Una lista de cualidades) Es preciso que tengamos una relación positiva con ella. Como hemos visto, no funcionará si nos sentimos inadecuados o culpables, o si nos juzgamos por no tenerla; tampoco, si nos sentimos inferiores a quienes la poseen o si les tenemos envidia.  De modo que a veces, hay que hacer un trabajo previo hasta llegar al motivo acertado.
Conviene, además, hacer una reflexión amplia en torno a las consecuencias positivas de la cualidad. ¿Para qué sirve? ¿Qué papel tiene en la propia vida? ¿Cuál es su lugar en el proceso vital? ¿Qué relevancia tiene en el camino espiritual? ¿Hacia dónde conduce tenerla?
Necesitamos entender bien la cualidad. Estudiarla y conocer su significado y sentido. Es muy útil encontrar historias y ejemplos de personas que poseen esa cualidad (novelas, películas, series de TV, pueden ser una buena fuente de inspiración). También tenemos que tener cuidado con las supersticiones y las opiniones de la gente; y si es posible ver lo que las investigaciones serias y las ciencias sociales tienen que decir.
  1. Plan de trabajo
Siendo honestos, es preciso comprender que cambiar la mente requiere un esfuerzo sostenido durante bastante tiempo. Necesitamos organizar nuestra vida y nuestra forma de pensar para promover el nuevo estado mental. La fuerza de voluntad no basta. También es preciso tener confianza en uno mismo, recordar a menudo los beneficios de poseer la cualidad, contar con la aparición de posibles resistencias internas, y saber esperar para obtener resultados.
En particular, necesitamos creer en que tenemos la habilidad de cambiar y la capacidad de hacerlo. La enseñanza budista sobre lo preciosa que es la vida humana y el potencial que tiene es muy útil en este contexto. Si no apreciamos nuestro potencial no podremos llegar muy lejos. Además, es vital ser optimistas y tener una actitud positiva. Debemos recordar la naturaleza de nuestra mente y saber que se compone de lucidez y claridad, por lo que la transformación siempre es posible.
Pero también existen muchos obstáculos. Algo en nosotros siempre se resiste al cambio, adquirir nuevas cualidades nos lleva a sentirnos inseguros y torpes. Nuestro deseo de obtener la cualidad se ve boicoteado continuamente por otros hábitos,  tendencias, y emociones destructivas. Debemos ser conscientes de esto y estar dispuestos a confrontarlo. A menudo, nuestros conflictos internos y dudas son el principal obstáculo.
En resumen, debemos de ser conscientes de que la meta deseada necesita que le dediquemos tiempo y trabajo hasta que forme parte de nuestro continuo mental. Es algo que requiere una entrega y debemos estar dispuestos ello.
  1. Método
A-Imaginación.
Una forma de trabajar es imaginarnos lo que supone vivir con la cualidad. Así pues, buscamos experimentarla de un modo imaginario, como si ya la tuviéramos. La sentimos en la mente y el cuerpo. Mediante la imaginación y la reflexión evocamos la cualidad. Nos visualizamos como si ya estuviera sucediendo el futuro deseado con la cualidad. Vemos cómo se experimenta tenerla. Sentimos los efectos que produce en el cuerpo, descubrimos las emociones que acompañan a la cualidad y nos hacemos conscientes de los pensamientos asociados a ella. Lo ideal es abarcar todos los aspectos de nuestro ser, el cuerpo, las emociones, los pensamientos,  y sentir la experiencia en todos los niveles.
B-Contemplación.
Luego se trata de sostener el mayor tiempo posible el estado, con la intención de que deje una impronta en nuestro interior. Enfocamos la atención en la vivencia de poseer la cualidad, con la mayor claridad posible. Cuando empezamos a distraernos podemos recurrir a una imagen concreta. A muchas personas les ayuda imaginar algún símbolo, algo que represente a la cualidad que estamos encarnando. Se dice que es una manera de hablarle al inconsciente y la forma de acceder a ella más fácilmente. También, sirve hacer un gesto con las manos o una postura.
Este ejercicio requiere repetirlo una y otra vez, durante varias semanas. Al mismo tiempo que recopilamos más información sobre la cualidad y buscamos el apoyo de los demás, cada día meditamos de esta manera. Invocamos nuestro futuro habiendo desarrollado la cualidad y lo hacemos presente unos minutos.
Es de gran ayuda en este proceso, darle una dimensión social y contar con el apoyo de otras personas. Queremos estar abiertos a recibir ayuda. En este sentido hacemos saber a alguna persona de confianza lo que estamos haciendo. Le comunicamos nuestra intención de cultivar la virtud. Hacemos que los demás se impliquen y nos ayuden a conseguir nuestro objetivo. Cuando saben nuestras intenciones podemos contar con ellos en cualquier momento para pedirles su perspectiva y nos den su opinión.
C-Acción.
Cada vez que hacemos la visualización, tomamos la decisión de hacer algo concreto. Es decir, planificamos en las próximas horas actuar una vez como alguien que ya tiene la cualidad. Realizando comportamientos en consecuencia, empezamos a transformar la mente de una  manera real.  Si sólo trabajamos la mente, los cambios nunca se materializan, de modo que tenemos también que actuar.
El cambio requiere que nos enfrentemos al mundo real y pongamos en práctica vivir con esa cualidad. Es importante hacerlo cada vez que meditemos, integrar las dos cosas, meditación y reflexión por un lado, y acción por el otro. Además, al hacerlo podemos descubrir cosas que no teníamos en cuenta. No sólo se trata de cambiar el comportamiento, también es preciso cambiar nuestra estructura mental. Aprendemos, actuando.
D- Conciencia.
Por último, mientras trabajamos la cualidad, buscamos una nueva forma de enfocar las cosas. Nos preguntamos con frecuencia. ¿Qué es lo que … (cualidad)…haría en esta situación?  Por ejemplo, ¿qué haría el amor en esta situación? ¿Qué haría la paciencia en esta situación? ¿Qué haría la sabiduría del sentido del humor? Etc. Haciendo esto nos esforzamos por salir de nosotros mismos y nos situamos en una perspectiva más evolucionada y despierta. Hacer esto una y otra vez es lo que nos hace crecer.
CONCLUSIÓN
Hay numerosas evidencias a lo largo de diversas culturas de que las personas más avanzadas son a su vez las más amorosas, solidarias, conscientes y verdaderamente espirituales.  Y lo que es más importante, sólo evolucionando podemos llegar a sentir satisfacción y plenitud en la vida.  Pero más aún, es una cuestión planetaria, el universo necesita que evolucionemos. Una buena  medida de cuánto lo hacemos son nuestros valores, fortalezas y virtudes.
Despierta, reflexiona, observa.
Trabaja con atención y cuidado.
Vive en el sendero y
la luz crecerá en ti. (Buda)

 

Afrontar Adicciones

Tenemos que descubrir por qué es tan importante aprovechar la vida y, luego, ser consecuentes con esa sabiduría.
Lama Thubten Zopa Rinpoché.

Para las personas más despiertas y lúcidas la vida es una oportunidad inconcebible. Aunque la mayoría nos pasamos el tiempo huyendo de los problemas; es muy interesante comprobar que cuando llegamos a los estados más evolucionados empezamos a apreciar los conflictos y dificultades de la vida con inmensa gratitud. De hecho, los problemas dejan de ser percibidos como tales y son considerados como elementos que enriquecen la vida y abren el camino a nuevas posibilidades. Se abre una sorprendente fe en los inconvenientes y problemas. En estos estados más sabios, las personas buscan la sanación interna en los conflictos que se presentan.

Para la mayoría esto no es así. Nosotros escapamos de los problemas y del sufrimiento, y de hecho, cada uno tenemos nuestra forma peculiar de responder a los apuros. Poseemos un repertorio de respuestas que se activa automáticamente cuando se presentan problemas. Vivimos en constante alerta y estamos a la defensiva; además, nuestras reacciones son habitualmente las mismas.

La cuestión es que vivir no es nada fácil. A menudo nos sentimos inadecuados e incapaces, y la vida se presenta como una gigantesca maraña de situaciones complicadas que resolver y manejar. Sin pretenderlo ni desearlo nos topamos continuamente con situaciones incómodas. Vivir resulta ser experimentar continuamente inseguridades, fracasos, críticas, exigencias, culpas, incomodidades, limitaciones, frustraciones, etc., etc. Ante esto, respondemos como podemos, y cada uno tenemos nuestro estilo. Hay quienes se acobardan y se hunden en estados de impotencia y desesperación, hay quienes se agarran a otros como salvavidas, hay quienes se convencen de que pueden con todo, etc.

 Una adicción es una de esas maneras automáticas y reactivas de gestionar el dolor de la vida.  Nadie elige ser un adicto, más bien tratamos de escapar del sufrimiento y acabamos capturados por una adicción. Es decir, empezamos buscando una salida y acabamos atados a algo que nos limita y nos lleva a un sufrimiento mucho mayor del que tratábamos de evitar.

Es preciso hacer una advertencia y evitar caer presos de nuestros prejuicios, valoraciones e interpretaciones. Con prestar atención, apreciamos que no elegimos nuestro cuerpo ni nuestra personalidad, no elegimos que nos gusten ciertas cosas o nos desagraden otras, tampoco elegimos nuestras capacidades ni limitaciones, etc.

Todo lo que somos, nuestro cuerpo y mente, se deriva de la confluencia de numerosas causas y condiciones a las que hemos estado expuestos. Por consiguiente, tampoco elegimos nuestra forma de responder a los problemas ni nuestras capacidades o limitaciones a la hora de afrontarlos. En este sentido, hemos de asumir que una adicción no es una elección libre ni un problema de inmoralidad o algo por el estilo, sino un condicionamiento en el que hemos quedado atrapados. Entenderlo así es esencial a la hora de liberarse de ella. Debemos saber que nos condicionan nuestros miedos, necesidades, creencias y demás, y sobre todo la imagen que tenemos de nosotros mismos. Reconocer esto es el primer paso para dejar atrás la adicción.

Hay muchos tipos de adicciones y, como estamos viendo, todas ellas son intentos torpes e ineficaces de afrontar algún profundo dolor. (Las más comunes: adicción al alcohol, a la nicotina, a sustancias, al juego, a la comida, a los videojuegos, a internet, al sexo, a las compras y al trabajo). No es preciso mencionar que el efecto de la dependencia es experimentar mucho más infelicidad que aquella de la cual deseamos escapar; sin embargo, el adicto no puede hacer otra cosa. Por un lado, no es consciente de lo que está haciendo, y por otro no conoce ninguna otra forma de responder al sufrimiento.

Desde la perspectiva espiritual el problema de tener una adicción es la inmensa energía que nos demanda, y que nos impide despertar y evolucionar.
Es decir, se considera que la vida es un privilegio por las posibilidades de liberación y sabiduría que permite. Aunque, podamos cruzarnos con muchos problemas, siempre tenemos la capacidad de trascenderlos y evolucionar más allá de ellos.
 En palabras de uno de mis maestros, el lama Thubten Yeshe: “Nunca pongas límites a lo que puedas llegar a conseguir, no importa cómo haya sido tu vida hasta ahora”.Así, una adicción nos deja atrapados en un bucle de necesidad y dependencia que absorbe toda nuestra vitalidad, lucidez y potencial.

Cuando tenemos una adicción, nos atamos a eso a lo que somos adictos. Perdemos toda libertad de elección y nuestras decisiones y comportamiento están supeditados a la dependencia. No podemos hacer nada sin pensar en la adicción, perdemos la claridad mental y la autonomía.
Es curioso ver cómo la adicción nos hace ver las cosas de otra manera. Es decir, al contrario de lo que realmente sucede, muchas veces los adictos justifican su comportamiento con el pensamiento de que la libertad es seguir haciendo lo mismo. Por ejemplo, quienes tienen adicción a la nicotina se dicen que no quieren privarse del placer de fumar, quienes son adictos a comer se cuentan que no hay motivos para renunciar al disfrute de la comida. Lo que no quieren y no pueden ver es que no pueden elegir, que no pueden decir no a la nicotina o la comida. El adicto no es libre, está atado y ha perdido toda la libertad. Pierde horas y horas en obtener eso de lo que depende, y paradójicamente no le ofrece ninguna satisfacción.

Para liberarnos de una adicción es preciso llegar a apreciar claramente la dependencia como algo asfixiante. Es necesario dejar de engañarse y ser muy honesto con uno mismo. Este quizás es uno de los puntos más importantes y al mismo tiempo más difíciles. Las personas adictas tienen una habilidad muy especial de engañarse y de creerse las falsedades que se cuentan. Viven en su propia mentira y en una huida hacia adelante sin futuro. La curación empieza reconociendo que uno está enfermo. El adicto necesita darse cuenta de que no sólo nunca consigue dejar atrás el sufrimiento sino que constantemente está generando más. La conciencia del sufrimiento es lo que nos da la fuerza para aplicar remedios eficaces que nos liberen.

Sanar una adicción es un asunto complejo que requiere un abordaje desde varias perspectivas. La meditación nos aporta sanación al cultivar el poder de ser conscientes. Es decir, meditar puede ser muy efectivo como uno de los instrumentos para superar la adicción. No obstante, también hay que entenderla como complemento a otras herramientas, como el apoyo social, la vida saludable, el trabajo terapéutico emocional, etc.

Una forma práctica de emplear la meditación para superar una adicción es cultivar tres cualidades: compasión, atención y sabiduría.

La compasión consiste primero en apreciar que numerosas personas en el mundo están experimentando la misma situación angustiosa, la misma adicción, y reconocer el dolor del mundo. Es sentirse vinculado a los demás en este dolor de la adicción. Pero además, en segundo lugar, significa evocar un profundo anhelo de que todos los seres se liberen del sufrimiento de la adicción. Cuando nos damos el tiempo necesario para que despierte la compasión, este anhelo acaba convirtiéndose en la intención de contribuir a ello, el arrojo para emprender el camino para ayudar a los demás a superar su adicción. Esta compasión sana internamente los mecanismos más sutiles e inconscientes que mantienen la adicción.

Mediante la atención nos enfocamos en la experiencia interna de dolor y tratamos de evitar la reacción. Es decir, si entendemos la adicción como una forma de resolver un dolor profundo en nuestro interior, mediante la atención nos enfocamos en este dolor y tratamos de observarlo con la mayor claridad posible, de un modo directo, inmediato y sin conceptos. Esto no es nada fácil, pero el trabajo previo con la compasión es inmensamente valioso para hacerlo.

Es sumamente difícil reconocer el dolor profundo, generalmente antes de llegar a verlo ya nos hemos escapado. Sólo una práctica constante y una gran fe en el proceso nos pueden ayudar. Si entendemos claramente la adicción como una respuesta reactiva, sabremos que sólo podemos liberarnos si detenemos la reacción. La atención no libera del dolor, nos libera de la reacción adictiva. El dolor sigue estando y aceptamos vivirlo con ecuanimidad, contentamiento, humildad y apertura. Esta es la atención que sana y la meditación es la tarea ideal para alcanzarla.

Por último, la tercera cualidad es la sabiduría. Meditar en sabiduría tiene diferentes significados y puede referirse a cosas distintas. Aquí hablamos de un cambio de enfoque. Mediante la meditación tratamos de desvelar la fuente de la experiencia de dolor. Activamos la suficiente lucidez para apreciar la esencia de las experiencias, de las sensaciones físicas y mentales; tratamos de apreciar el origen, la fuente y el fundamento de todo lo relacionado con la experiencia de dolor.

Al mismo tiempo, la indagación nos lleva a cuestionar que haya alguien que sufra e incluso que el sufrimiento (que tanto tememos) sea tan real como lo vivimos. La sabiduría emerge cuando dejamos de entender el dolor como algo personal. El dolor se desvela como pura luminosidad, impersonal e interdependiente, sin ninguna entidad por sí mismo. Encontramos algo más real que el sufrimiento de modo que éste cambia de significado, el dolor pierde su peso e importancia.

La adicción se resuelve al descubrir que en realidad cuando lo miramos bien, no hay motivos para escapar de nada ni nada que lograr. Se aprecia que este momento, tal cual es, es la expresión de nuestra esencia más real. Ahora bien, es frecuente perder la sabiduría que evocamos en meditación. De modo que debemos ser conscientes de ello y estar dispuestos a mantener un trabajo continuado y constante. Una apertura no es suficiente, debemos seguir hasta que se instale una nueva visión.

En resumen, hay herramientas para superar cualquier adicción. Es preciso creer en lo valiosa que puede llegar a ser la vida y reconocer la adicción como algo que nos aprisiona y secuestra, además de despojarnos de mucho tiempo y energía vital. Como a menudo se menciona: ser feliz es una responsabilidad.

ADENDA
  • Cuando se tiene una adicción uno piensa que es débil, defectuoso. Hay quienes van por la vida como pidiendo perdón a los demás. Es preciso tener cuidado con esto. Todo lo que sucede son consecuencias de múltiples causas y condiciones. Es muy frecuente encontrar que las personas adictas son personas muy sensibles que han vivido ambientes verdaderamente difíciles y complicados. Debemos recordar que la adicción no nos define ni dice nada de nuestro potencial, ni de lo que verdaderamente somos.
  • A  menudo, la adicción comienza como una estrategia de supervivencia. Como una forma de sobrevivir a una situación demasiado grande, demasiado confusa y paralizante. Suele ser un dolor muy antiguo, de la infancia.
  • No todas las adicciones son iguales. Cada una tienes sus particularidades, sus significados. Cada una su forma de abordarla. No es lo mismo, una adicción relacionada con una necesidad como comer, que otra como fumar.
  • Es más fácil pensar "soy un adicto" que pensar "me quiero morir". El pensamiento de querer desaparecer, cuando se siente real resulta demasiado angustioso. Así, muchas veces las personas prefieren decirse a sí mismas que son adictas.
  • Al mismo tiempo, la adicción puede llevar a arriesgar la vida, una y otra vez.
  • Cuando se cae en una adicción, se entra en un bucle, el abuso y el intento de control. Los comportamientos adictivos atrapan. Cuando surgen estados emocionales terribles se traducen a algo que pueda manejarse, comer, jugar, beber... Uno se convence de que esto puede manejarse.  El horror de la angustia emocional se traduce en la creencia que podemos manejar la adicción. Entramos en un juego pendular, caemos en la adicción y la intentamos controlar, un movimiento que nunca termina.
  • Nadie elige ser un adicto. Pero sí se elige dejar de serlo. Viene de ver que mientras se está atrapado en la adicción uno se está muriendo, dejarlo es elegir la vida.
  • Sólo se sale si uno mismo lo elige. Es preciso quererse mucho. Saber que habrá recaídas y entender que forman parte del proceso de curación. Se ha creado un impulso de auto-agresión, y es preciso reemplazarlo por cuidarse, hablarse bien, confiar, quererse. Es frecuente sentir a menudo que uno no merece y que tiene que protegerse.
  • El cuerpo tarda en comprender más que la mente. Aun saliendo de la adicción, todavía cuesta vivir lo bueno. El cuerpo ha podido estar muy anestesiado, y es preciso darle tiempo. Uno se ha quedado tocado, y todavía queda reconstruir la vida.
  • La adicción no se va nunca. Hay que vigilarla siempre. Aunque uno la supere.
  • Es bueno encontrar actividades que ayudan, realizarlas, evitar quedarse quieto. A menudo, una visión más elevada de la vida ayuda. Puede ser encontrar a Dios, o desarrollar la inteligencia espiritual, Es mejor enfocar la vida en algo más grande que uno mismo, como evolucionar y despertar.