lunes, 28 de mayo de 2012

La Sabiduría de Soltar


El camino de la meditación es un proceso de autenticidad y conciencia. No puede basarse en convencerse de unas creencias y repetirlas esperando que nos lleven a cambiar. La transformación proviene de poner conciencia en lo que nos sucede hasta soltar todo lo que nos ata. Cuando a Buda le preguntaban qué había ganado de la meditación, contestaba que no había ganado nada, al contrario lo había perdido todo. Aunque resulte chocante y sorprendente, la paz interior y definitiva viene de perderlo todo.  
   Necesitamos aprender a soltar, dejar atrás todo lo que nos causa infelicidad. En la mayoría de los casos, la solución a nuestro malestar viene de soltar algo a lo que estamos aferrados. Lo cual incluye soltar cosas tan queridas como conceptos, creencias, opiniones, expectativas, deseos, metas y aspiraciones.

En un texto budista se lee:
Cheng Li, al pronunciar mi voto 
hace muchos eones, pensé que 
había hecho que todo fuera más simple.
¿Por qué te esfuerzas? ¡Suelta!
En todo el Canon Mahayana 
no hay mayor sabiduría que
 la sabiduría de soltar

Vosotros, seres que buscáis liberación 
¿por qué no soltáis?
Cuando tristes, soltad la causa de la tristeza
Cuando enojados, soltad la ocasión de la ira
Cuando llenos de codicia o lujuria, soltad el objeto de deseo

Momento a momento liberaos del yo
Donde no hay yo no puede haber ningún dolor ni deseo, 
Nadie por quien llorar ni nadie a quien añorar
Ningún ser que muera o renazca 
Los vientos de las circunstancias soplan a través del vacío,
¿A quién pueden dañar?  

En Terapia


-No me siento bien, estoy muy sensible y todo me afecta.
-¿Ha sucedido algo?
-No. Mi vida está bien, mi trabajo, mi relación... todo está bien pero siento mucha tristeza. Cualquier cosa me conmueve. El otro día al ver una señora mayor en el supermercado cargando torpemente sus bolsas me puse muy triste. Es como ver mucho sufrimiento. Me viene con frecuencia la sensación de que la vida es sufrimiento. Nos vamos haciendo mayores, llegamos a la vejez, el cuerpo se debilita, enferma; luego, vamos perdiendo a personas que queremos y todo se acaba. Veo el sufrimiento que me espera y me pongo triste. 
-Bueno, el sufrimiento es verdad, no podemos engañarnos. 
-Pero me siento mal, antes no me sentía así. Antes sabía escaparme a otras cosas. Primero con experiencias sensoriales y placenteras, y mas tarde cuando comprendí que eso no funcionaba empecé con filosofías y prácticas espirituales. 
-¿Ahora no usas tus prácticas espirituales?
-No. Me he dado cuenta de que era otra manera de escaparme. Quiero ser muy auténtica. Si me apoyo en la espiritualidad que he conocido noto que me voy a la cabeza. Es como poner un repertorio de creencias encima tapándolo todo. Mi sentimiento me habla de sufrimiento y no quiero ponerme razonable y comprensiva. Quiero una solución desde el corazón porque es el corazón el que siente el sufrimiento.
-Dime, ¿qué estas haciendo con el sufrimiento que sientes?
-Nada. No estoy haciendo nada, no sé que hacer, no quiero volver a lo anterior. Estoy muy perdida. Mi vida va bien, no tengo motivos para quejarme de nada, pero todo esto me desconcierta. Siento tanto sufrimiento en la gente y tanta impotencia. 
-Déjate sentir eso un momento. ¿Puedes hablar un poco más acerca de lo que sientes?
-Me siento frágil, no puedo controlar nada de lo que vaya a suceder, no puedo evitar envejecer, morir, perder a la gente que quiero. Es una sensación de vulnerabilidad, de fragilidad. No podemos hacer nada con todo este sufrimiento de la vida.
-Bien, déjate estar ahí. Después de todo es una gran verdad lo que estas sintiendo. Todas las religiones y filosofías de la historia representan intentos de la humanidad de paliar o eludir la verdad de que somos seres indefensos y frágiles ante las leyes de la vida. No obstante, el camino espiritual...
-Buda hablaba de una cesación del sufrimiento. En su discurso de Las Cuatro Verdades, decía que el sufrimiento es la realidad básica pero también que había una cesación del sufrimiento. Yo creo en eso. Estoy completamente convencida de ello.
-Así que sientes dos cosas. Sientes el sufrimiento y sientes que hay una solución. 
-Sí, creo en el método para salir del sufrimiento. Pero ¿cuál es?
-No hagamos teoría. Vuelve a lo anterior, qué estas haciendo con esa tristeza que sientes?
-No hago nada. 
-¿Qué puedes hacer?
-No sé, ese es el problema. Sólo sé que estoy mal y me siento bloqueada. Es como si nada tuviera sentido.
-Veamos, observa la sensación. Déjatela sentir profundamente. ¿Qué es realmente lo que te hace sufrir?
-No sé que quieres decir. 
-Sí. Has dicho que sientes la fragilidad, la tristeza. ¿Cómo es que eso produce sufrimiento’
-Lo siento, sentirlo es el sufrimiento.
-Observa con atención. Si pones conciencia en esos sentimientos, hay algo más. 
-Me temo que no lo veo.
-Cuando meditas sobre ello, descubres que esos sentimientos y el dolor son sólo expresiones mentales. Estás sintiendo que son tuyos y estas creyendo que eres alguien que siente fragilidad. Sin embargo, esto último no está sucediendo, no eres alguien. Para expresar esto que te digo solemos usar el término identificación. El sufrimiento comienza cuando te identificas; es decir, cuando dices que eres el cuerpo, la actividad mental y la interacción de ambos. Si te identificas con el cuerpo de un modo absoluto, cuando el cuerpo se deteriora con la edad, sufres, pero si descubres que no eres el cuerpo o que no es tuyo, no te afecta y estas en paz. 
-Eso lo puedo entender.
-Esos sentimientos de tristeza y de dolor suceden en la mente, pero no hay sufrimiento en eso; tu sufrimiento comienza cuando los haces tuyos, cuando pones el ego, “yo siento esto...” Para ser auténtica es preciso dejar de identificarse y reconocer que nada de eso eres tú.
-Estoy intentando hacer lo que me dices pero no me sirve. Lo entiendo, me desidentifico con la cabeza pero el sentimiento está en el corazón. No me vale.
-Discúlpame, no creo que no te sirva. Lo que creo es que no acabas de soltar y hacerlo; tal vez, es preciso que te des un poco más de tiempo. Se necesita mucha atención y conciencia. Es preciso pararse un momento. No es un proceso lógico y racional, sino un trabajo con la atención en el cual al observar los sentimientos y el dolor con plena conciencia percibes que no son de nadie, percibes que suceden en la conciencia. Eso no es mental. La conciencia está en el corazón.
-Pero si me des-identifico, luego, ¿qué? ¿qué queda?
- Sería mejor quedarte en la experiencia y no seguir haciendo preguntas. Sin embargo, lo que acabas de decir merece la pena investigarlo. Esa pregunta me suena a cierto miedo. ¿qué está sucediéndote ahora?
-Cuando imagino des-identificarme de todo, siento que me quedo perdida. Pierdo las referencias, mi familia, mi pareja, mi mundo...
-Así que lo sabes pero en el fondo no quieres soltar el yo ni tener realizaciones espirituales.
-Tal vez, no.
-Haces meditación pero deseas que nunca dé resultado.
-A veces me ha venido esa idea a la cabeza.
-Si te das cuenta es otra versión de la identificación. El sentimiento de ser alguien es muy firme. Cuando vislumbras que puedes soltarlo surge el miedo a perderte. El vértigo de lo desconocido
-Entonces, ¿si me des-identifico queda algo?
-No es fácil expresarlo. Nadie te puede responder a eso, sólo tú cuando lo hagas. De todos modos, la enseñanza dice que lo que queda es lo que realmente eres y que no está afectado por el sufrimiento. 

viernes, 25 de mayo de 2012

El valor de la paz interior


Con frecuencia las experiencias de sufrimiento están relacionadas con el modo en que valoramos la realidad. A veces, incluso, nuestra manera de solucionar las situaciones difíciles de la vida se convierte en el verdadero problema. Sabiendo esto, a la hora de enfrentarnos a las cosas es preciso que demos dar prioridad a nuestro equilibrio interior, es importante que eso sea nuestra meta principal...

lunes, 21 de mayo de 2012

Ilusión y Conciencia (primera parte)


Interdependencia
Todo lo que experimentas en este momento está interconectado. Parece que saboreas el café con leche de tu taza pero el sabor del café no existe separado de la temperatura de la habitación, los olores y aromas que te rodean, tu estado de ánimo, otras sensaciones corporales o las experiencias que tenías hace unos momentos. Parece y crees que estas saboreando el café, pero no es así. No hay un café separado. 
      Hay miles de fuerzas, elementos y condiciones que convergen en el sabor de tu taza de café.
      Nada existe independiente. Todo lo que crees está vacío de contenido. Dices que te gusta esta ropa que llevas. Pero esa prenda de la que hablas existe tan solo en tu mente. A esto se le llama vacuidad. la ropa real es el efecto aparente que producen decenas de elementos ahora. Las experiencias previas de otras prendas, las opiniones de los demás, la historia de la ropa en tu familia, en tu país, en tu cultura, la humedad del ambiente, la presión atmosférica, la estación del año, la temperatura, tu estado físico, tu salud y el peso de tu cuerpo, las expectativas y deseos, tu estado emocional, etc. La lista es interminable. 
     Una lista inmensa para recordarte que simplemente vives en la mente, porque ahí no hay nada.
    Sí, vivimos en conceptos e imágenes. Café con leche, manzana, libro, mesa, coche, etc., son conceptos.  Pero ningún concepto tiene contenido, ningún concepto se refiere a nada. Los conceptos son abstracciones ilusorias, que no indican nada. Son una forma de manejar el mundo y de funcionar en la vida. Son útiles, y prácticos. Pero nunca hay nada ahí. Cuando señalamos un libro, no hay nada ahí, cuando tocamos la silla, no hay nada ahí. Cuando probamos una pieza de fruta no hay nada ahí. Cuando montamos en el coche no hay nada ahí.
      Seguramente al escuchar esto, sientes como algo en ti lo rechaza. No lo puedes admitir puesto que tu experiencia es otra. No crees estar tan engañado. Siempre has vivido la vida muy real, ahí fuera, independiente y con una existencia real. Pero si lo piensas bien, si no te tomas este discurso como un dogma que tienes que creer o no creer, sino, al contrario, como una propuesta de investigación personal, puede que descubras otra cosa.
      Cualquier cosa que tienes o usas tiene una inmensa historia detrás que lo sostiene. Si, por ejemplo, miras tu teléfono móvil, miles de diseños y objetos previos han sido precisos para su existencia presente. Incluido, hace cientos de años, el primer deseo de algún individuo de que hubiera un modo más fácil de comunicarse en la distancia. Objetos similares, momentos de creatividad, noches de insomnio, conversaciones de sobremesa, encuentros, noticias, deseos, rechazos, manías, miedos, necesidades, etc. Durante cientos de años se fueron combinando multitud de factores para que hoy tengas en la mano tu teléfono.
      Un pastel que tomas. Miles de historias lo han creado. Incluidos otros alimentos, platos y preparaciones, comidas sabrosas y repulsivas, equivocaciones y aciertos de decenas de cocineros, descubrimientos de materias primas, harinas, edulcorantes, colorantes, especias…, un sinfín de elementos jugaron en el tiempo hasta que ocurrió la cosa llamada pastel que hoy saboreas. 
      Miras tu cuerpo, te sientes alguien debido al cuerpo, sientes cosas que otras personas no sienten, ves cosas que otros no ven, piensas ideas que otros no piensan. Eres alguien debido a la presencia del cuerpo. Pero si lo analizas bien, no vas a encontrar ningún cuerpo y, entonces, no vas a encontrarte en ningún sitio. 
      Es justamente reconocer la vacuidad del cuerpo lo que te va a llevar a descubrir que no eres.
      Este cuerpo concreto habría sido otro en otras circunstancias y condiciones. Este cuerpo no estaría aquí si durante cientos de años, decenas de personas no hubieran tenido relaciones, no se hubieran alimentado, no hubieran combatido el clima, el hambre, las agresiones, no hubieran luchado por sobrevivir, etc. De nuevo otra lista inmensa. El cuerpo sería otro si las personas que se encontraron hubieran sido otras, si las familias, los alimentos, las situaciones sociales, el clima, los avances de la medicina, etc. hubieran sido diferentes. Este cuerpo no existe por sí mismo si no como el resultado final de cientos de relaciones y encuentros. A su vez, este cuerpo es parte de los elementos que formarán la manifestación de cuerpos futuros.
   Además, el cuerpo está en continua interacción con el ambiente. ¿Dónde empieza y dónde termina? Cambios en el clima, la presión, la temperatura o la humedad, modifican el cuerpo. Si la temperatura sube por encima de los cien grados centígrados, el cuerpo se desintegra. En realidad lo que llamamos el cuerpo sólo es un conjunto de fuerzas en equilibrio. Cuando hablamos de células, hablamos de una organización de materia que incluye elementos fuera y dentro de la membrana. Cada célula se mantiene viva por su interacción con el medio. Realmente no existe tal cosa como células separadas. Hablar de células es una convención útil para entendernos, pero nada más.
      Visto así, ¿hay algo independiente, separado, único y real que sea el cuerpo?     

Realidad de segundo orden
Otro aspecto a considerar, mucho más obvio es la interpretación, valoración y significado que le damos a los fenómenos del mundo. No nos relacionamos con las personas y los objetos en sí sino con la idea que tenemos de ellos. Cuando compramos una camisa vemos la idea que tenemos de ella. No vemos la camisa en sí sino la imagen que hemos creado. Adquirimos la camisa por el significado que tiene para nosotros. 
      En los objetos que hemos ido acumulando en la vida, compras, regalos, obsequios, sólo vemos lo que representan para nosotros. 
      El objeto en sí nunca forma parte de nuestras vidas. A veces, después de unos años vemos un objeto de una manera nueva y fresca y nos sorprende que lo hayamos conservado tanto tiempo. Son momentos en que se cae la proyección y valoración que habíamos hecho.
      Todos nuestros problemas en las relaciones tienen que ver con la distancia entre la idea personal que tenemos y su realidad relativa. Estamos llenos de impresiones, tendencias y experiencias acumuladas. Cuando nos encontramos con otra persona, la vemos a través de  nuestro mundo aprendido. Miramos a los demás comparándolos con la información que hemos ido acumulando en la vida, con los valores que nos han enseñado de niños y con las experiencias previas. 
      Así, construimos una imagen del otro con los datos que tenemos en la mente.
      Es decir, al ver una persona, nos damos poco tiempo para averiguar quién es y en seguida  la coloreamos con lo que hemos aprendido. Proyectamos nuestros deseos, miedos y necesidades y al final, eso es lo único que vemos. Lo que hay detrás, la persona apenas la vemos. Por esto tenemos tantos desencuentros con los demás, por eso con frecuencia nos sentimos tan solos, por eso nunca nos sentimos seguros del todo.
      También, todos los conflictos emocionales, como las adicciones, la ira o los celos, tienen que ver con las proyecciones que atribuimos a los objetos y personas. Distorsionamos las cualidades y los defectos, de modo que a algunos aspectos les damos más valor del que merecen y a otros les restamos una importancia que tienen. 
       Cuando un objeto nos da placer o cubre una necesidad empezamos a sobrevalorarlo e interpretarlo como bueno y positivo. Pero no nos damos cuenta de la interpretación personal y empezamos a verlo real y objetivamente así. Luego, el objeto nos decepciona, deja de sernos útil o nos supone una carga, pero estamos enganchados a la imagen que tenemos del objeto y no podemos dejarlo ir. Así empezamos a experimentar insatisfacción, dolor o vacío.
      Lo mismo sucede cuando algo nos daña o nos amenaza. No vemos el objeto o la persona sino la imagen que inmediatamente construimos del objeto. Damos significados y emitimos  juicios que construyen una imagen del objeto y es con esta imagen con lo que nos relacionamos. Luego, aunque la vida cambie y las cosas sean de otra manera seguimos aferrados a la imagen que hemos construido del objeto o la persona y mantenemos una situación de conflicto, amenaza o inseguridad.
      Así es como funcionamos. Continuamente estamos decorando la realidad relativa con nuestros pensamientos, ideas, conceptos y expectativas. No vemos las cosas como son sino la distorsión que hacemos de las cosas. No es extraño, que tengamos tantas desilusiones, conflictos y decepciones en nuestra vida...

sábado, 5 de mayo de 2012

Meditación y SILENCIO


Apenas sabemos lo que es el silencio. Probablemente, nunca antes en la historia de la humanidad han habido tantos sonidos y tan agolpados. 
Pero, nuestro mundo interno también esta lleno de ruidos. Apenas nos damos tiempo para estar más callados, quedarnos quietos y, por ejemplo, mirar calladamente el movimiento de la gente en la calle, el vuelo de un pájaro o escuchar sin más el rumor del viento. Con frecuencia el silencio interior nos produce incomodidad y desasosiego. Muchas veces nos ponemos a leer, encendemos el televisor o hacemos una llamada telefónica para evitar escuchar nuestro interior, a veces, incluso nos inventamos un problema para no sentirnos por dentro. 
Uno de nuestros mecanismos inconscientes más habituales es ponernos a elucubrar y razonar sobre cualquier cosa. Cuando aparece algún malestar, ya sea emocional o físico, solemos pensar más. Lo hacemos de una manera totalmente automática, como buscando una salida. Los momentos en que tenemos más pensamientos son aquellos en que los que nos sentimos más incómodos con la situación actual 
La capacidad de sentir está directamente relacionada con la atención y el silencio interior, y solemos pensar demasiado para anestesiar el dolor, la frustración y todo aquello que no nos gusta padecer. El problema es que así acabamos también perdiéndonos numerosos aspectos bellos de la existencia. Las palabras ocultan la realidad y la sustituyen por símbolos y conceptos, nos alejan del contacto directo con la vida y nos mecanizan. Tienen su función en la vida y en la comunicación, pero cuando ocupan todo el espacio sustituyen la percepción y la intuición, y algo se acaba escapando. Como decía el filósofo Wittgenstein en su investigación sobre el lenguaje y la realidad: “Hay ciertas cosas de las que, pasado cierto punto, no puede decirse nada y tengo que permanecer callado”.

LA FECUNDIDAD DEL SILENCIO
El silencio es tan rico, tiene tantas posibilidades. Los místicos, los yoguis, los chamanes, los ascetas, no conciben su práctica sin el silencio. Los sabios siempre han buscado el silencio, los filósofos lo han perseguido y los religiosos también. En oriente se considera que la palabra puede tener mucho poder, lo cual está determinado por el silencio. “Habla cuando tus palabras digan más que el silencio”, reza un antiguo proverbio oriental. 
Es bien conocida la costumbre de muchos ascetas que toman el voto de no hablar durante años y se dice que los sabios rishis de La India pueden hacer que se cumpla cualquier cosa que expresan con sus palabras, y esto se debe al control que tienen sobre ella, especialmente evitando decir cosas superfluas y falsedades. También en el budismo la charlatanería estéril es considerada una falta moral. Uno de los elementos fundamentales en cualquier rito espiritual es el silencio y la oración genuina también brota del mismo. Los grandes descubrimientos se hicieron en soledad y silencio. Las sanaciones requieren del silencio y las vivencias más profundas del ser humano ocurren en él.
Con frecuencia las soluciones y respuestas que buscamos las hallamos en el silencio. ¿Quién no nos hemos tomado un descanso alguna vez y en ése momento descubrir la solución a un problema sobradamente escudriñado y analizado? La mente racional es capaz de analizar, clasificar, encasillar y demás, pero el silencio permite una sabiduría más penetrante, puede revelar una imagen de la realidad mucho más detallada y realista, y de un alcance mucho más profundo. 
Hay numerosos ejemplos en la historia de personajes célebres - Arquímedes, Edison o Einstein - que hicieron sus descubrimientos cuando soltaron toda racionalización y se permitieron unos momentos de quietud. No obstante, el lenguaje nos ha seducido con su colorido con lo que hemos perdido en algo la capacidad de percibir la complejidad del mundo en el que estamos y la interdependencia que lo define. 
Muchos sabios nos sugieren que cuando tengamos dudas y queremos aclararlas entremos en el silencio porque ahí hallaremos la respuesta. Con el silencio podemos hacer frente a nuestra neurosis, nuestros miedos, nuestra angustia y soledad, de modo que muchas veces es tan efectivo como una buena terapia. Las respuestas vienen y algo más allá de lo conocido se manifiesta. Dentro del mundo espiritual se dice que la realización humana es inefable y que la puerta para entrar en ella viene de vivenciar el silencio. “Realiza tu trabajo en el mundo pero internamente mantente en silencio, entonces todo vendrá a ti”, dice el maestro advaita Sri Nisargadatta Maharaj.

INTIMIDAD GENUINA
La búsqueda primordial del hombre es el encuentro con los demás y los pensamientos alimentan el sentimiento de estar separados, y nos impiden la intimidad real. Las ideas nos hacen mantener una visión fija del otro que obstruye el contacto. No hay forma más fácil de cortar la comunicación que hablar sin escuchar. Y al mismo tiempo a menudo nos espanta quedarnos en silencio ante otra persona. Nos sentimos vulnerables e indefensos, y en esos momentos podemos ver claramente cuánto nos escondemos detrás de las palabras. Por otra parte, podemos observar que conforme aumenta el acercamiento entre dos personas que se aman sus palabras se van tornando superfluas, cuando hay una verdadera comunión entre los individuos predominan los momentos de silencio en los que basta gozar con la presencia del amor. 
Cuando buscamos el silencio solemos aislarnos de los demás. Pero al mismo tiempo sentimos que es muy importante encontrar momentos donde comunicarnos, ser reconocidos y apreciados por otras personas. La paradoja es que los momentos en que más a gusto nos relacionamos y nos sentimos más satisfechos son los momentos de silencio. Una vez que dejamos de estar en el discurso mental el organismo está más presente, percibe más a quien tiene delante y se considera más parte de ello. Las funciones dormidas se despiertan. Es tremendo el valor que tiene el silencio y lo importante que es recuperarlo. No hay palabras para expresar la belleza de callar con el otro, caminar en silencio con alguien y estar presentes ambos.

APRENDER A LLEGAR AL SILENCIO
Tradicionalmente los métodos para acallar la mente buscaban agotar el intelecto o aburrirlo mediante un acto repetitivo. Por ejemplo, en el budismo tibetano es común la repetición de un ejercicio físico o de unos sonidos (los mantras) miles de veces. El maestro místico Gurdjieff usaba como técnica pedir a sus alumnos que permanecieran inmóviles interrumpiendo lo que hacían en momentos escogidos al azar, lo que les ponía en situaciones tan irracionales y absurdas que la palabrería interna no podía elaborarlo. En el Zen, se usan los conocidos koan en los que se plantea una paradoja imposible de resolver racionalmente. 
Una de las claves para hallar el silencio es hacerse consciente de la experiencia actual. Cuando nos paramos un instante a observar lo que sucede en el momento presente, más allá de cualquier insatisfacción, malestar o incomodidad, empezamos a atisbar el silencio. No obstante, lo habitual es que cuando nos hacemos conscientes queremos que algo cambie y sea diferente; de aquí viene el diálogo interno, que se convierte en un modo de llenar el vacío o el descontento. Si fuéramos capaces de aceptar el instante tal como se muestra y permanecer en paz, podríamos entrar en el silencio y así permitir que algo distinto surja.
Por otra parte, la mente es un torrente de pensamientos, imágenes y emociones en constante cambio. El simple intento de frenar la inercia de esta corriente interna a la larga no funciona. La clave es la atención; el silencio no puede existir sin ella. De forma que cuando uno quiere interrumpir el discurso interno tiene que saber estar atento y escuchar. Es preciso aprender a observar con aceptación y contentamiento para silenciar la mente. Prestar atención a los demás, al entorno y al organismo; y en ese estado advertir los propios sentimientos, los deseos, las necesidades y el ser que somos.
Nosotros mismos nos estimulamos y activamos. Lo cual es sano y positivo. Sin embargo, con frecuencia lo hacemos en demasía. El silencio empieza a vivenciarse en el momento en que nos percatamos de este exceso  y empezamos a reducir la cantidad de estímulos a los que nos sometemos. Entonces, cuando con nuestra actitud dejamos de juzgarnos y cesamos de querer cambiar lo que surge, cuando soltamos y permanecemos plenamente presentes ante todo lo que aparece en nuestro interior, la consecuencia es el silencio y una mayor satisfacción y plenitud en la vida. Podemos caminar por la calle atentos, observando sin interpretar, sin dar explicaciones ni hacer comparaciones como si fuera la primera vez que lo hacemos, aceptando lo que surja y sin rechazar nada, soltando todo lo que aparezca, sea bueno o malo y confiando en el propio ser... Entonces, desde ahí, descubrimos que la vida entraña más calidad, más armonía y mayor paz.

PRÁCTICAS DE SILENCIO

ATENCIÓN CONSCIENTE
-Busca un rato en el que sepas que nadie te va a interrumpir y siéntate en un lugar cómodo y tranquilo.
-Cierra los ojos y observa tu respiración. Tal vez empieces con mucho interés y mantengas la atención por un tiempo, pero luego inconscientemente te aburrirá que no pase nada. Puedes que aparezca insatisfacción o te hagas consciente de algún malestar que arrastras.
-Procura tomar consciencia de lo que sucede y vívelo. No trates de llenarlo con conceptos ni trates de huir de él con recuerdos o fantasías.
-No reprimas los pensamientos ni te dejes arrastrar por ellos. Simplemente mantén el papel de observador.
-Ahora, presta más atención y enfócate en el espacio en el que surgen los pensamientos. 
-Descubre que todo el diálogo interior surge del silencio eterno que hay en ti.

INTIMIDAD EN EL SILENCIO
-Siéntate frente a tu pareja. Cierra los ojos y respira profundamente varias veces. 
-Trata de encontrar tu equilibrio interior.
-Ahora abre los ojos y mírale. Mientras vuestras miradas se encuentran, toma consciencia de los conceptos que tienes sobre ella/él. Reconoce tu tendencia a tratarle como un objeto de tu vida. 
-Trata de estar presente con cuerpo y alma en la presencia del otro como ser humano. Suelta todas las ideas que tienes acerca de ella/él.
-Siente dentro de ti: “No tengo que hacer nada. No es el momento de cumplir con obligaciones o compromisos. No tengo que cumplir sus deseos ni él/ella tiene que cumplir las mías. No tengo que darle seguridad ni él/ella a mí. No tengo que darle afecto ni él/ella a mí. No tengo que intentar comprenderle ni él/ella a mí.”
-Suelta todo y vive la comunicación que surge del silencio y el espacio del ahora.

VIVIR EL SILENCIO
-Reconoce cuanta energía empleas en pensar, verbalizar, explicar y definir lo que te encuentras. Es algo muy útil, pero también supone un enorme desgaste; es como tener un grifo abierto todo el tiempo. 
-Identifica esta energía y bájala al organismo. Llévala a tu piel, a tu cuerpo, a tus sentidos, a la consciencia que impregna todo tu ser. 
-Camina por la calle y actúa desde esto. Percibe el mundo desde tu organismo, sin interpretarlo, sin juzgarlo, sin verbalizar. Permítete captar también lo que no puede ser explicado con palabras. 
-¿Has intentado alguna vez saborear una melodía, oler la belleza o acariciar un perfume? ¿No es posible? Tal vez para tu mente racional, pero no para tu organismo. 

MANTRAS: SONIDOS PARA EL SILENCIO
-Busca un momento en que sepas que puedes estar solo un rato. Puede ser caminando, sentado, conduciendo...
-Trata de sentirte integrado en tu organismo. Si eres muy mental baja la atención al centro del estómago. 
-Encuentra el centro de gravedad dentro de tu cuerpo e imagina que de él emana un sonido.
-Escucha más atentamente e imagina las sílabas del mantra OM MA NI PE ME HUM resonando en tu interior con un constante murmullo. (Estas sílabas constituyen el mantra de la compasión universal y provienen del budismo tibetano). 
-Quédate unos minutos susurrando las sílabas y escuchando el sonido al mismo tiempo que te conectas con el silencio de donde emergen.

Juan Manzanera