Todo lo que experimentas en este momento está
interconectado. Parece que saboreas el café con leche de tu taza pero el sabor
del café no existe separado de la temperatura de la habitación, los olores y
aromas que te rodean, tu estado de ánimo, otras sensaciones corporales o las
experiencias que tenías hace unos momentos. Parece y crees que estas saboreando
el café, pero no es así. No hay un café separado.
Hay miles de fuerzas, elementos y condiciones que convergen en el sabor de tu taza de café.
Hay miles de fuerzas, elementos y condiciones que convergen en el sabor de tu taza de café.
Nada existe
independiente. Todo lo que crees está vacío de contenido. Dices que te gusta
esta ropa que llevas. Pero esa prenda de la que hablas existe tan solo en tu mente. A esto se le llama vacuidad. la ropa real es el efecto aparente que
producen decenas de elementos ahora. Las experiencias previas de otras prendas, las
opiniones de los demás, la historia de la ropa en tu familia, en tu país, en tu
cultura, la humedad del ambiente, la presión atmosférica, la estación del año,
la temperatura, tu estado físico, tu salud y el peso de tu cuerpo, las
expectativas y deseos, tu estado emocional, etc. La lista es interminable.
Una lista inmensa para recordarte que simplemente vives en la mente, porque ahí no hay nada.
Una lista inmensa para recordarte que simplemente vives en la mente, porque ahí no hay nada.
Sí, vivimos en conceptos
e imágenes. Café con leche, manzana, libro, mesa, coche, etc., son conceptos. Pero ningún concepto tiene contenido, ningún
concepto se refiere a nada. Los conceptos son abstracciones ilusorias, que no
indican nada. Son una forma de manejar el mundo y de funcionar en la vida. Son
útiles, y prácticos. Pero nunca hay nada ahí. Cuando señalamos un libro, no hay
nada ahí, cuando tocamos la silla, no hay nada ahí. Cuando probamos una pieza de fruta no
hay nada ahí. Cuando montamos en el coche no hay nada ahí.
Seguramente al escuchar
esto, sientes como algo en ti lo rechaza. No lo puedes admitir puesto que tu
experiencia es otra. No crees estar tan engañado. Siempre has vivido la vida
muy real, ahí fuera, independiente y con una existencia real. Pero si lo
piensas bien, si no te tomas este discurso como un dogma que tienes que creer o
no creer, sino, al contrario, como una propuesta de investigación personal,
puede que descubras otra cosa.
Cualquier cosa
que tienes o usas tiene una inmensa historia detrás que lo sostiene. Si, por ejemplo,
miras tu teléfono móvil, miles de diseños y objetos previos han sido precisos
para su existencia presente. Incluido, hace cientos de años, el primer deseo de
algún individuo de que hubiera un modo más fácil de comunicarse en la
distancia. Objetos similares, momentos de creatividad, noches de insomnio,
conversaciones de sobremesa, encuentros, noticias, deseos, rechazos, manías, miedos, necesidades, etc. Durante cientos de años se fueron combinando multitud de factores para que
hoy tengas en la mano tu teléfono.
Un pastel que
tomas. Miles de historias lo han creado. Incluidos otros alimentos, platos y
preparaciones, comidas sabrosas y repulsivas, equivocaciones y aciertos de
decenas de cocineros, descubrimientos de materias primas, harinas,
edulcorantes, colorantes, especias…, un sinfín de elementos jugaron en el
tiempo hasta que ocurrió la cosa llamada pastel que hoy saboreas.
Miras tu cuerpo,
te sientes alguien debido al cuerpo, sientes cosas que otras personas no
sienten, ves cosas que otros no ven, piensas ideas que otros no piensan. Eres
alguien debido a la presencia del cuerpo. Pero si lo analizas bien, no vas a
encontrar ningún cuerpo y, entonces, no vas a encontrarte en ningún sitio.
Es justamente reconocer la vacuidad del cuerpo lo que te va a llevar a descubrir que no eres.
Es justamente reconocer la vacuidad del cuerpo lo que te va a llevar a descubrir que no eres.
Este cuerpo concreto
habría sido otro en otras circunstancias y condiciones. Este cuerpo no estaría
aquí si durante cientos de años, decenas de personas no hubieran tenido
relaciones, no se hubieran alimentado, no hubieran combatido el clima, el
hambre, las agresiones, no hubieran luchado por sobrevivir, etc. De nuevo otra
lista inmensa. El cuerpo sería otro si las personas que se encontraron hubieran
sido otras, si las familias, los alimentos, las situaciones sociales, el clima,
los avances de la medicina, etc. hubieran sido diferentes. Este cuerpo no existe por
sí mismo si no como el resultado final de cientos de relaciones y encuentros. A
su vez, este cuerpo es parte de los elementos que formarán la manifestación de
cuerpos futuros.
Además, el cuerpo está en continua interacción con el
ambiente. ¿Dónde empieza y dónde termina? Cambios en el clima, la presión, la
temperatura o la humedad, modifican el cuerpo. Si la temperatura sube por
encima de los cien grados centígrados, el cuerpo se desintegra. En realidad lo
que llamamos el cuerpo sólo es un conjunto de fuerzas en equilibrio. Cuando
hablamos de células, hablamos de una organización de materia que incluye elementos fuera y dentro de la membrana. Cada célula se mantiene viva por su
interacción con el medio. Realmente no existe tal cosa como células separadas.
Hablar de células es una convención útil para entendernos, pero nada más.
Visto así, ¿hay
algo independiente, separado, único y real que sea el cuerpo?
Realidad de segundo
orden
Otro aspecto a considerar, mucho más obvio es la
interpretación, valoración y significado que le damos a los fenómenos del
mundo. No nos relacionamos con las personas y los objetos en sí sino con la
idea que tenemos de ellos. Cuando compramos una camisa vemos la idea que
tenemos de ella. No vemos la camisa en sí sino la imagen que hemos creado.
Adquirimos la camisa por el significado que tiene para nosotros.
En los objetos que hemos ido acumulando en la vida, compras, regalos, obsequios, sólo vemos lo que representan para nosotros.
El objeto en sí nunca forma parte de nuestras vidas. A veces, después de unos años vemos un objeto de una manera nueva y fresca y nos sorprende que lo hayamos conservado tanto tiempo. Son momentos en que se cae la proyección y valoración que habíamos hecho.
En los objetos que hemos ido acumulando en la vida, compras, regalos, obsequios, sólo vemos lo que representan para nosotros.
El objeto en sí nunca forma parte de nuestras vidas. A veces, después de unos años vemos un objeto de una manera nueva y fresca y nos sorprende que lo hayamos conservado tanto tiempo. Son momentos en que se cae la proyección y valoración que habíamos hecho.
Todos nuestros
problemas en las relaciones tienen que ver con la distancia entre la idea
personal que tenemos y su realidad relativa. Estamos llenos de impresiones,
tendencias y experiencias acumuladas. Cuando nos encontramos con otra persona,
la vemos a través de nuestro mundo
aprendido. Miramos a los demás comparándolos con la información que hemos ido
acumulando en la vida, con los valores que nos han enseñado de niños y con las
experiencias previas.
Así, construimos una imagen del otro con los datos que tenemos en la mente.
Así, construimos una imagen del otro con los datos que tenemos en la mente.
Es decir, al ver
una persona, nos damos poco tiempo para averiguar quién es y en seguida la coloreamos con lo que hemos aprendido.
Proyectamos nuestros deseos, miedos y necesidades y al final, eso es lo único que
vemos. Lo que hay detrás, la persona apenas la vemos. Por esto tenemos tantos
desencuentros con los demás, por eso con frecuencia nos sentimos tan solos, por
eso nunca nos sentimos seguros del todo.
También, todos
los conflictos emocionales, como las adicciones, la ira o los celos, tienen que
ver con las proyecciones que atribuimos a los objetos y personas.
Distorsionamos las cualidades y los defectos, de modo que a algunos aspectos
les damos más valor del que merecen y a otros les restamos una importancia que
tienen.
Cuando un objeto nos da placer o cubre una necesidad empezamos a sobrevalorarlo e interpretarlo como bueno y positivo. Pero no nos damos cuenta de la interpretación personal y empezamos a verlo real y objetivamente así. Luego, el objeto nos decepciona, deja de sernos útil o nos supone una carga, pero estamos enganchados a la imagen que tenemos del objeto y no podemos dejarlo ir. Así empezamos a experimentar insatisfacción, dolor o vacío.
Cuando un objeto nos da placer o cubre una necesidad empezamos a sobrevalorarlo e interpretarlo como bueno y positivo. Pero no nos damos cuenta de la interpretación personal y empezamos a verlo real y objetivamente así. Luego, el objeto nos decepciona, deja de sernos útil o nos supone una carga, pero estamos enganchados a la imagen que tenemos del objeto y no podemos dejarlo ir. Así empezamos a experimentar insatisfacción, dolor o vacío.
Lo mismo sucede
cuando algo nos daña o nos amenaza. No vemos el objeto o la persona sino la
imagen que inmediatamente construimos del objeto. Damos significados y
emitimos juicios que construyen una
imagen del objeto y es con esta imagen con lo que nos relacionamos. Luego,
aunque la vida cambie y las cosas sean de otra manera seguimos aferrados a la
imagen que hemos construido del objeto o la persona y mantenemos una situación
de conflicto, amenaza o inseguridad.
Así es como
funcionamos. Continuamente estamos decorando la realidad relativa con nuestros
pensamientos, ideas, conceptos y expectativas. No vemos las cosas como son sino
la distorsión que hacemos de las cosas. No es extraño, que tengamos tantas desilusiones, conflictos y decepciones en nuestra vida...
Y que cansado es, creer que ves cuando estas ciego. Y solo si de verdad estás ciego ¿ves?
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