viernes, 5 de octubre de 2012

Dolor Crónico y Meditacion (2ª Parte)

El cuerpo está diseñado para experimentar dolor. Aunque no nos guste y nos resulte muy negativo, sentimos dolor por que es sumamente importante para la supervivencia. El dolor nos indica cuando algo va mal y nos impulsa a solucionarlo. Sentimos dolor cuando estamos sometidos a una estimulación excesiva de cualquier tipo. Si comemos en exceso, si hace demasiado frío, si nos presionan con mucha intensidad, etc. De modo que incluso las cosas en principio placenteras se convierten en dolorosas cuando las experimentamos constantemente y sin descanso.
En la tradición espiritual, reconocer la existencia inevitable del dolor en la vida es lo que nos incita a buscar la trascendencia. Cuando asumimos que incluso las experiencias de felicidad acaban en dolor e insatisfacción, decidimos buscar una salida y alcanzar un estado más allá del dolor.  
Esto es un punto importante, que a menudo no queremos escuchar. Queremos oír que es posible ser feliz y dejar atrás el sufrimiento. Pero la enseñanza nos dice que toda la felicidad que podamos obtener en la vida siempre termina.

DOLOR CRÓNICO
Ahora, entre los muchos tipos de sufrimiento relativo, numerosas personas, no solo experimentan dolor sino que además padecen un dolor crónico; es decir un dolor continuo e insistente que invade la mayor parte de los momentos del día. Numerosas personas padecen dolores de cabeza, lumbalgias, dolores de espalda, dolores de estómago, dolores musculares, etc., de un modo repetido y sin tregua. Este tipo de dolor no tiene ninguna utilidad en la supervivencia y constituye un importante problema personal y social. 
Lo peor de esto es, que a pesar de los avances en medicina, todavía no se ha encontrado una solución satisfactoria. Estas personas se encuentran con la única solución de tener que aguantarse. Cada año se venden en España más de noventa millones de envases con medicamentos contra el dolor. Sin embargo, los medicamentos no sirven de mucho cuando se padece dolor crónico. De modo que es preciso encontrar otras soluciones, necesitamos aprender a manejar el dolor de otro modo. 
Hay que recordar que el dolor no es solamente una sensación. El dolor es una experiencia compleja  en la que intervienen afectos, atención y motivación. Por ejemplo, una misma situación puede ser considerada dolor por una persona y no por otra, todo depende del significado que los estímulos tengan, la historia personal, los aspectos culturales, el grado de atención, el nivel de ansiedad, etc. Por otro lado, la presencia de daño no siempre se percibe como dolor y, a veces, percibimos dolor sin la presencia de estímulos nocivos.
Se conocen muchos episodios que confirman las dimensiones afectivas y cognitivas del dolor. Por ejemplo, los casos de soldados con heridas graves que sienten poco dolor o las personas heridas en una situación amenazante para su vida que no sienten dolor hasta que pasa la amenaza. También tenemos noticia de personas en determinadas ceremonias religiosas que sometidos a situaciones de dolor apenas lo sienten. Estos ejemplos nos señalan que podemos abordar el dolor trabajando con nuestra mente. Muchos estudios indican que el dolor puede suprimirse con eficacia usando factores cognitivos y emocionales.
MEDITACIÓN
Como ya sabemos la meditación es fundamentalmente un método para aprender a manejar la mente. Su objetivo principal es trascenderla y desvelar lo que somos más allá de ella y el cuerpo. Meditamos para descubrir el silencio en el que habitamos, antes, durante y después del movimiento constante de pensamientos y emociones que suceden. Con esta práctica, no intentamos detener ni controlar la mente sino trascenderla. No obstante, en este proceso aprendemos mucho sobre cómo funciona y podemos aprovecharnos de este conocimiento.
Si nos tomamos la meditación de un modo más amplio y menos estricto, si dejamos de lado el propósito puramente espiritual, podemos usarla para sanar aspectos dañados  de nuestra vida. Así, la meditación puede contribuir a mejorar la calidad de vida a las personas con dolor crónico. 
Probablemente lo peor para las personas que padecen dolor crónico no sea el dolor en sí, sino las consecuencias que tiene. Cuando el dolor se hace continuo y repetitivo condiciona completamente la vida. Las personas ven limitadas sus relaciones, su tiempo de libre, sus experiencias placenteras, etc. Lo peor es cuando no se pueden hacer muchas cosas que nos gustan, no se pueden hacer planes, no se puede saber si uno estará bien tal o cual día, no se sabe si se dormirá por la noche, etc.   En consecuencia, es fácil caer en estados depresivos, trastornos de ansiedad, abusar de sustancias y alcohol, etc. Además, no es raro que incluso los familiares de las personas que padecen dolor crónico también caigan en depresiones. 
Meditar, en primer lugar, nos puede ayudar a cambiar nuestra respuesta al dolor. Nos puede ayudar a dejar atrás nuestra antigua forma de vivir y encontrar una nueva más acorde con lo que nos sucede. Uno de los beneficios más importantes de la meditación es aprender a soltar. Cuando padecemos dolor tenemos que soltar y renunciar a montones de cosas, no tenemos elección; nos resistimos a ello pero eso causa más sufrimiento. Saber dejar atrás una forma de vida que ya no podemos vivir es fundamental. 
El gran filósofo Epicteto, ya en el siglo primero sugería que el reto de los seres humanos es descubrir el significado de todo lo que nos rodea y comprender nuestro lugar. Decía que no sólo tenemos dones físicos sino también tenemos el don de sobrellevar cualquier cosa y desplegar nuestra esencia. Epicteto decía que el dolor físico nos ofrece una oportunidad muy  valiosa para aprender a tolerarlo. 
Poniendo conciencia, a través de la meditación (ver la primera parte sobre el Dolor Crónico en el blog), aprendemos a cambiar la relación con nuestro dolor, dejamos de reaccionar ante él y descubrimos que se puede estar en paz a pesar de todo. Además, esta conciencia imparcial nos ayuda suavemente a ir cambiando nuestras prioridades en la vida, a ir aceptando la nueva situación y a encontrar una forma nueva de vivir en la que volver a sentir bienestar e ilusión.

EMOCIONES POSITIVAS
Además de la atención consciente, la meditación puede ayudarnos a desarrollar y mantener un estado emocional positiva que aplaque y debilite la experiencia de dolor. Hay muchas meditaciones muy efectivas y poderosas para ello. Podemos destacar la meditación de la compasión, la meditación del amor y la práctica tibetana del Dar y Tomar (tib. Ton-Len) También es muy útil meditar en la impermanencia y en la naturaleza ilusoria de las sensaciones.

PRACTICA
La meditación que voy exponer a continuación combina varias cosas y es un método muy efectivo para lidiar con los estados emocionales negativos que acompañan a las situaciones de dolor crónico y lo agudizan.
Una vez que te sitúes en una posición cómoda y equilibrada, respira profunda y lentamente un par de minutos. Es conveniente que te fuerces a hacerlo despacio y controlando el ritmo de la respiración. Luego de este ejercicio, vuelve a respirar con naturalidad. No obstante, si ves que te distraes, repite las respiraciones lentas y profundas.
Ahora, localiza el dolor en tu cuerpo. Permítete sentirlo. Deja de luchar contra él. Deja de resistirte. Para hacer esto, puedes usar la respiración, de modo que al espirar imagina que vas soltando tu relación negativa con el dolor. Suelta el posible victimismo en que has caído, entiende el dolor como algo que toca vivir y ponte en armonía con el universo que te ha traído esto. Esto no es fácil, pero date el tiempo necesario para soltar y estar en paz con lo que la vida te trae. 
A continuación, quieres ir un poco más profundo, quieres mirar el dolor un poco más de cerca. Cuando vas a la raíz, descubres que este dolor no es tuyo. Este es el dolor del mundo. Aunque lo vives como algo personal e individual muchas personas están experimentando lo mismo que tú en este instante. Estas experimentando el dolor del mundo, un dolor que compartes con millones de personas. Suelta tu identificación con el dolor y empieza a mirarlo de una manera más amplia y abierta. “Tantos seres experimentando lo mismo, este dolor es el dolor de todos los seres”. 
Déjate sentir esto, deja que tu mente cambie. Déjate transformar por esta Empatía universal. No lo hagas como un acto de fe. Por el contrario, penetra en el dolor hasta reconocer su naturaleza universal, no es tu posesión sino la experiencia de miles de personas. Suelta, abandona las resistencias y deja que la Empatía se convierta en compasión. 
“Hay tanto dolor en el mundo, sería maravilloso que terminara. Ojalá termine el sufrimiento de todos los seres”
Entiende que estos pensamientos tienen poder y modifican de algún modo la realidad del mundo.
Por último, reconociendo lo que has visto, date amor a ti mismo. Toma la decisión de cuidarte, abrazarte, nutrirte. “Voy a tratarme bien, voy a hacerme feliz, voy a estar bien, voy a ser bueno conmigo”. Haz que el amor que salga del centro de tu pecho y te envuelva, te proteja te sane. Respira el amor que te das a ti mismo. Deja de juzgarte, deja de caer en el victimismo, deja de compararte, deja todo y envuélvete en amor hacia ti mismo. Ábrete a recibir el amor que te das. Deja que te sane. Respíralo y alimenta tu espíritu.
Quédate en esta experiencia todo el tiempo que puedas.