(Madurar, 2ª parte)
En general, tenemos bastantes dificultades en abandonar la
reacción victimista, seguimos echando la
culpa al mundo, a los demás o incluso a nosotros mismos por todo lo malo que
nos sucede. Cuando surge alguna dificultad, lo más frecuente es quejarnos y
rechazarla. Es una reacción aprendida y compartida con amigos, familia,
conocidos y la sociedad en general. Cambiar esto no es fácil...
Requiere una disciplina interna y una fuerte motivación de ser honestos, sinceros y fieles a la verdad.
Requiere una disciplina interna y una fuerte motivación de ser honestos, sinceros y fieles a la verdad.
Ahora bien, otra
dificultad importante es reconocer qué es lo que la vida demanda de nosotros en
cada situación. La popular idea de que venimos a aprender no es del todo
correcta. La naturaleza de la vida es cambio, evolución, aprendizaje. Estar
vivo es formar parte de esto. Resistirse a ello sólo sirve para crear un
sufrimiento innecesario. Es decir, no sólo hay una evolución biológica sino
también un desarrollo mental, emocional y de lucidez. Es decir, en lugar de
pensar que venimos a aprender es más preciso entender que somos parte de un
inmenso proceso más grande que nosotros mismos que está en constante
aprendizaje, y no sólo en el aspecto físico y biológico. No tenemos otra opción
que sintonizarnos con la vida de la que formamos parte.
Nuestra mente, al
estar limitada y focalizada en lo personal, tiene mermadas sus habilidades de
saber qué aprender en cada situación. Somos demasiado narcisistas, demasiado
egocéntricos; creernos el centro de la creación es el pecado original que nos
condena al sufrimiento. El aprendizaje de cada momento nos llevaría a
trascender el dolor pero estamos demasiado ocupados en ser alguien, y en buscar
seguridad, satisfacción, sentido, certidumbre y demás.
Nadie puede
decirnos, verdaderamente, qué aprender en cada situación. No obstante, si
tenemos una actitud de sintonía con el despliegue de la vida podemos llegar a
saberlo cada vez con más claridad. Es penoso ver a personas que se niegan a
evolucionar y es lamentable ver a quienes no aciertan a reconocer lo que la
vida les demanda.
Cuando nos
negamos a avanzar, la vida nos trae situaciones cada vez más intensas hasta que
escuchemos la demanda. Todo empieza muy suavemente, pequeños indicios, ciertas
situaciones que se repiten; cuando no atendemos, aparecen escenarios más dramáticos
y agudos, experiencias más dolorosas que nos atrapan y que no podemos seguir
ignorando. Lo mismo sucede cuando no acertamos ver hacia donde tenemos que
evolucionar, todo se acentúa, la vida nos trae situaciones cada vez más
comprometidas hasta que no haya lugar a duda.
Evolución
Todos los seres
formamos parte de la misma corriente vital, de modo que el aprendizaje es común
para todos. Por eso tenemos algunos mapas, algunas indicaciones del camino y de
lo que necesitamos aprender la mayoría de nosotros.
Se trata de
caminar en dirección contraria al egocentrismo. Madurar como seres humanos
implica dirigirse hacia la humildad, la aceptación, la apertura y la compasión.
Cada una de estas, a su vez, tiene diferentes capas o grados de comprensión.
Cada una requiere un proceso personal de indagación largo y sincero que nadie
nos puede dar hecho.
La humildad viene
básicamente del conocimiento de que la vida es más importante que uno mismo.
Siempre, en todas las situaciones. Esta probablemente es, al mismo tiempo, la
primera y la última lección del proceso espiritual. Mientras sigamos
creyéndonos importantes seguiremos atados al miedo, la inseguridad y la
incertidumbre. Si nuestras opiniones y deseos son más importantes que la verdad,
acabaremos atrayendo sufrimiento. Si la experiencia personal es más importante
que nuestra esencia primordial, tendremos que vivir todo una y otra vez hasta
que sepamos rendirnos a la realidad.
Aceptación tiene
que ver con soltar, con dejar de resistirse a las experiencias. Es dejar de
querer controlar, dejar de querer cambiar las cosas, abandonar el esfuerzo para
hacer que las cosas sean como uno quiere. Es preciso tener mucho cuidado con
esto porque cuando, como consecuencia de una supuesta aceptación, nos
desvitalizamos o nos quedamos paralizados, no es realmente aceptación. Cuando
dejamos de tener metas e ilusiones tampoco es aceptación. La aceptación tiene
que ver con la realidad de cada momento y con la comprensión de lo que de
verdad sucede.
Apertura se
refiere básicamente a abandonar el mundo encapsulado de la mente. Nos abrimos
más allá de las opiniones y conceptos que nos dan seguridad. Es el riesgo a lo
desconocido, el salto más allá del mundo personal en el que la mente nos hace
sentir que estamos a salvo. Estamos condicionados por ideas, creencias,
interpretaciones y conceptos, nada de eso tiene que ver con la realidad. Nada
de lo que la mente dice es verdad. Trascender la mente nos sitúa en el espacio
abierto donde somos verdaderamente libres.
Finalmente,
compasión se refiere a la interconexión con los demás. El sentimiento de
soledad, las luchas de poder, la búsqueda de amor y afecto, etc., son
distracciones imaginarias de una mente inmadura y primitiva. La compasión es la
visión de que toda experiencia es compartida, cada persona es otra faceta de
uno mismo, la evolución es global e impersonal. El fin del sufrimiento es el
destino del que ningún ser puede escapar.
La cuestión
fundamental es que tenemos que llegar a vivir todas las experiencias que se
presenten con humildad, aceptación, apertura y compasión; si somos incapaces de
ello vamos a tener que vivirlas de nuevo. Todo regresa hasta que haya una evolución.
Con estas pautas
como referencia podemos saber qué necesitamos aprender en una situación dada.
En concreto, cuando vemos que caemos en lo mismo una y otra vez. El mismo
estilo de conflicto, la misma emoción destructiva, los mismos sentimientos
negativos, las mismas reacciones, etc., necesitamos hacernos conscientes de que
hay algo que tenemos que soltar, algo que aprender. Aquí es cuando es precisa
una investigación profunda y honesta de nuestra vida. Entonces podemos preguntarnos,
¿qué me está pidiendo la vida? ¿Hacia dónde tengo que avanzar? ¿Necesito hacer
un ejercicio de humildad? ¿Un movimiento hacia la aceptación? ¿Necesito abrirme
más allá de mis ideas y opiniones? ¿Necesito salir del yo donde encuentro
seguridad? ¿Necesito mirar a los demás más allá de mis necesidades y miedos?
Podemos sentarnos
en silencio. Escuchar la experiencia, sin hacer nada, sin quererla cambiar.
Atender el cuerpo, los estados emocionales, los pensamientos. Ver cómo
aparecen, cómo se sienten, qué efecto tienen. Debemos tener paciencia y no
irnos a la mente. Lo primero que buscamos es modificar la relación con la
experiencia. Tratarnos de otra manera.
Ser más pacientes con nosotros mismos, más compasivos, menos exigentes, y
sobretodo confiar en nuestra intuición. Debemos creer en nosotros mismos y esperar,
una y otra vez, días tal vez. Detenernos con la experiencia y esperar hasta que
surja la comprensión de lo que la vida nos está queriendo enseñar.
Vamos demasiado
rápido, decimos que no tenemos tiempo de parar. Pero si nos damos cuenta de que
estamos caminando en círculos, viviendo una y otra vez lo mismo, veremos que en
realidad es inútil hacer tantas cosas. Es bastante absurdo estar tan ocupado
para acabar llegando siempre al mismo sitio.
Y una vez más; GRACIAS JUAN
ResponderEliminarTienes toda la razón, vamos demasiado rápido para seguir caminando en círculos. Gracias por este magnífico artículo Juan. Un beso.
ResponderEliminar...a por la tercera parte juan XD...GRACIAS...seguimos madurando...!!!
ResponderEliminarJuan
ResponderEliminarAunque nadie puede decirnos qué aprender en cada situación.
Aunque nadie puede caminar el camino por nosotros.
Nosotros compartimos el privilegio de haber emprendido este viaje con un guía como tú.
Nos vas indicando:
Cómo mirar
Dónde mirar
Y ante nuestra frecuente”amnesia temporal”…
Ahí esta tu mano suave, tu palabra firme y tu mirada compasiva para señalarnos:
“Atento no te distraigas que dura poquito”
No te pierdas la vida
Maravíllate de la vida
Asómbrate de la vida
Reconócete en la Vida
Gracias, maestro.
Al confiar en nosotros nos enseñas a confiar.
Gracias Juan, por ayudarme a ser consciente de que formo parte de esta evolución, que no estoy sola, ni cuando camino en círculos, ni cuando avanzo, gracias por la "humildad, aceptación, apertura y compasión" gracias a cada uno, por cada tropiezo y cada logro compartido.
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias Maestro!!!
ResponderEliminarTus artículos son cada vez más esclarecedores....
Poquito a poco voy entendiendo...
Ya siento la necesidad del próximo retiro en Barcelona!
Hasta pronto!
Seguir aprendiendo, seguir viviendo, seguir luchando y seguir confiando. Sobre todo confiar en nosotros mismos, y también confiar en el Maestro. Gracias Juan por permitirnos confiar en ti. Gracias
ResponderEliminar